Casos insólitos han poblado la historia de la petrolera estatal, muchos de ellos alertadas por honestos funcionarios. Inolvidable fue el robo de combustible liberado de impuestos que debían ser usados por las Fuerzas Armadas; cisternas cargaban en Petropar e iban a descargar en estaciones de servicios privados donde los vendían al público. Inolvidables ordeñes a lo largo del río o en las narices de Petropar en Villa Elisa. Inolvidables también fueron los casos en los cuales la colega Nacha Sánchez desgranaba ítem por ítem cada adquisición de descomunales compras directas o por excepción de las naftas y el gasoil; brutales eran los montos. Sobrefacturaciones en fletes, en productos y en “premios” sin asco; pagaban por combustibles que no llegaban al país.
Hacían compras FOB y CIF donde burlaban controles estatales. Grandes mafias operaban desde el extranjero sobre Petropar: argentinos, brasileños, venezolanos y, claro, varias corporaciones. Cada grupo tenía sus padrinos y ejercía presiones para adjudicaciones directas o por vía de excepción, para cobrar facturas y amañar resultados.
Un grandioso clavo que cargamos es la deuda de Petropar con la estatal venezolana PDVSA: la cuenta arrancó bajo el gobierno de Nicanor Duarte Frutos pero se agigantó bajo el de Fernando Lugo. En el 2016 nos demandaron por casi 290 millones de dólares cuando la planta entera de Petropar no vale más de US$ 100 millones; el caso está en tribunales en París. En los nuevos tiempos, Patricia Samudio parece haber pagado la cuenta de su cónyuge además de una absurda compra. El actual titular Denis Lichi estuvo a punto de entregar en secreto unos US$ 9 millones a unos argentinos en plena pandemia. El caso le costó el cargo al Procurador pero a Lichi no se le movió UN pelo.
Este lobo manejará, en pleno año electoral, la fortuna mensual que entregaremos a Petropar para que venda más barato. Dicen que la petrolera solo es dueña de unas 6 estaciones de servicio, el resto está en manos de privados, en su mayoría, políticos. Estoy convencida de que urge garantizar que nuestros compatriotas más marginados tengan asegurado el combustible para trabajar, producir, transportar y viajar. Pero también estoy absolutamente convencida de algo más: El lobo cuidará el gallinero.