Rejas y canículas

Del Paraguay siempre se dijo que solo tenía dos estaciones, la del Ferrocarril y el verano. Un buen antídoto para las soporíferas jornadas desde tiempos coloniales fueron los corredores. Las refrescantes galerías, obviamente han quedado para la historia arquitectónica de Asunción, más aún cuando el aire acondicionado se ha apropiado de nuestras vidas.

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Antes del boom de los a.c. las calurosas siestas o el rabioso sol de enero encontraban freno en el termómetro dictatorial de Stroessner que no debía subir a más de 38 grados para no alborotar la sensación de “paz y progreso”.

Antaño las crónicas y relatos de visitantes extranjeros que tuvo la Capital paraguaya dieron cuenta de la canícula asuncena.

John Parish Robertson en “Cartas del Paraguay” (1839), describe que “las casas y tiendas de una acera estaban defendidas del sol por un corredor continuo algo como los portales de Chester”.

Otro viajero, W. Jaime Mollins, en su obra “Paraguay” (1919) mostraba preocupación por la paulatina desaparición de los “corredores patriarcales” y el patio andaluz anhelando que no desaparecieran de Asunción como estaba pasando en Buenos Aires. “El clima recio en la época canicular, reclama una compensación en el patio espacioso y florido; y nada más apropiado que esta reminiscencia de hogar patricio en donde las plantas del país, en tiestos y macetones de industria local, tonifican con matices vívidos la sombra conventual de las galerías coloniales”.

Con los López los corredores adquirieron carácter monumental en la mayoría de los edificios públicos. Dos emblemáticas galerías son las de la Catedral Metropolitana y la Estación Central del Ferrocarril. No es difícil imaginar a cuántos viandantes han acogido estas dos recovas para guarecerse en su caminata, sea para evitar el solazo o zafarse de los torrentosos raudales. Han sido fieles aliados del peatón que surcaba arenales y zanjones de otrora.

Con el tiempo los corredores han venido a menos y se han convertido en un verdadero problema. No pocas veces se convertían en baños que degradan su condición utilitaria y patrimonial. En el caso del Ferrocarril se ha tornado en un campamento casi permanente por las sucesivas ocupaciones.

La situación ha llevado al extremo de enrejarlos como ocurrió con la Plaza Italia, que en principio causó gran revuelo, y luego la Plaza Uruguaya.

La Secretaría Nacional de Cultura aclaró que tanto las rejas de la Catedral como las del Ferrocarril son estructuras reversibles y que se mantendrán por cierto tiempo, pues a decir del ministro Rubén Capdevila “en algún momento se debe solucionar” la problemática social que obliga a encerrar el patrimonio.

He aquí la cuestión. Que en este país lo provisorio se torna eterno o cuanto menos dura décadas. Como no hay mal (en este caso necesario) que dure cien años esperemos que solo tarde como el “Mercado Provisorio” que suplantó al Mercado Guazú por poco más de 30 años.

pgomez@abc.com.py

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