La cumbre, que se llevará a cabo en la sede de la OTAN en Bruselas, contará con la presencia de líderes de los 30 países que conforman la alianza occidental.
Pero, ¿por qué no invitar a Putin, el dictador ruso que lanzó la invasión injustificada a Ucrania, y tratar de convertir esta cumbre en un intento de alcanzar un alto al fuego? ¿Por qué no enviarle una tarjeta de invitación a Putin, ponerlo en el centro del escenario de la cumbre y ofrecerle una salida que le permita salvar la cara en su país después de haber iniciado esta guerra desastrosa que le está saliendo mal, y que está arruinando la economía rusa?
Óscar Arias, el premio Nobel de la Paz y expresidente de Costa Rica que negoció el fin de las guerras de Centroamérica en la década de 1980, está convencido de que solo una cumbre que incluya a Putin puede lograr un cese al fuego y una solución negociada en Ucrania.
Arias me dijo en una entrevista que, en base a su experiencia como mediador en las guerras centroamericanas, las actuales conversaciones entre funcionarios ucranianos y rusos en la frontera con Bielorrusia son “una pérdida de tiempo”. Incluso las reuniones de los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y Ucrania son inútiles, agregó.
“Eso es poco serio. Así no se va a alcanzar nunca nada”, porque estos mediadores tienen que interrumpir las negociaciones constantemente para pedir instrucciones a sus jefes, me dijo Arias. “Los únicos que no le tienen que pedir permiso a nadie y que tienen toda la autoridad para comprometerse a silenciar las armas y buscar una salida son los jefes de Estadom”, agregó.
Cuando le pregunté cómo se imaginaba una cumbre entre Estados Unidos, los 27 países de la Unión Europea, Gran Bretaña y Rusia, Arias señaló una fórmula que, según dijo, era utilizada por el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.
Arias dice que, mientras mediaba en las guerras centroamericanas, había leído que Roosevelt solía resolver las disputas dentro de su gabinete ordenando a sus ministros que se encerraran en un cuarto y que no salieran de allí hasta llegar a un acuerdo. Arias usó ese método con los jefes de Estado centroamericanos durante las guerras de la región y funcionó, señaló.
“No sería descabellado hacer lo mismo ahora en Ucrania”, me dijo Arias, agregando que Ucrania debería ser invitada a la mesa a pesar de no ser miembro de la OTAN. “Debería haber una reunión de los jefes de Estado de Ucrania, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido”.
Estoy de acuerdo. A Putin se le debe dar una salida para convencerlo de que detenga su agresión injustificada a un país soberano. Es difícil pensar en una mejor manera de hacerlo que invitarlo a la cumbre de Bruselas y permitirle convertirse, al menos por un día, en el centro de la atención mundial.
En la cumbre, Putin escucharía directamente del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensksy, que Ucrania no buscará la membresía en la OTAN en el corto plazo, algo que el propio Zelensky ya ha sugerido en días recientes. Y se podría persuadir a Putin y a Zelensky de que posterguen la resolución de la disputa sobre los territorios ocupados por Rusia de Crimea, Donetsk y Luhansk durante varios años, a cambio de una retirada total rusa del resto de Ucrania y una promesa de no invadir nuevamente a ese o ningún otro país vecino.
Luego, Putin podría regresar a Moscú y aducir que logró su objetivo: frenar la potencial adhesión de Ucrania a la OTAN. Sería un pequeño precio a pagar para aplacar el ego del dictador ruso, lograr un alto al fuego en Ucrania y evitar una escalada de un conflicto militar que tiene al mundo en vilo.
Todavía hay tiempo para hacerlo, presidente Biden. Usted ha hecho una excelente labor recomponiendo la alianza atlántica. ¡Ahora ponga otro asiento en la mesa e invite al dictador ruso!