El desprecio a la cultura, sello del país bruto

En esta comunidad puramente materialista, se desprecia todo aquello que no sea rentable. Para nuestra concepción torpe de la vida, la cultura no es rentable, y por lo tanto es despreciada por gobernantes, políticos, financistas, contrabandistas, banqueros, ciertos empresarios y ya no hablemos de los narcos. En las mansiones desopilantemente lujosas de los traficantes no se ve un solo libro.

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Y no faltarán quienes aduzcan “para qué querrán libros esos personajes, si su finalidad es ganar plata y los libros no sirven para eso”. Y en lo “práctico” tienen razón.

El libro es fuente de cultura y el término “cultura” encierra varias acepciones según la perspectiva. Pero atenacémoslo desde “el conjunto de conocimientos, saberes, costumbres y manifestaciones que va atesorando una comunidad a través del tiempo”. Y lo mismo se da a escala individual. Una persona con cultura es aquella que a lo largo de su vida ha sabido nutrirse de sapiencia y valores humanísticos que le permiten un mejor entendimiento de sí misma, de su entorno y del mundo. Una persona culta percibe en amplitud la vida y es capaz de armonizar su convivencia de acuerdo con intereses comunes, superando el individualismo excluyente. Puede hacer esto porque razona y discierne entre los distintos matices hospedados en los hechos.

La cultura se expresa también en la conducta de los individuos y de las sociedades en distintos cuadrantes. Así, hablamos de la cultura ética, la cultura política, la cultura cívica, la cultura jurídica, de la cultura sanitaria y de otras culturas trasuntadas en conductas.

En este amplio abanico de lo que proyecta la cultura, y sobre la base de la capacidad de razonamiento que otorga la condición de gente culta, es entendible el desprecio que sienten gobernantes, políticos y etcéteras cuando se les habla de cultura. Basta ver la galería de fotos de los dirigentes, colorados especialmente, en las que sonríen corruptos y narcotraficantes de variopinto pelaje, y donde no van a encontrar ningún pensador, científico, literato, artista. No hay gente culta en esas imágenes que inmortalizan la calaña de nuestros “líderes”. La que prevalece ahí es pura gente bruta (“carente de miramiento y civilidad”, según la Academia). Sin tanto miramiento como el del diccionario, diría mi abuela: “pobres infelices con plata”, y plata generalmente ganada con el sudor del delito.

El desprecio estatal hace también que la sociedad misma, en gran medida, le dé la espalda a la cultura, y esto se nota en una conducta cívica cada vez más bruta que lleva a los electores a votar a una caterva de sinvergüenzas que los embrutecen aún más.

Este panorama me hace acordar de don Arturo Pérez-Reverte, quien en su estupenda novela “Hombres buenos” nos recuerda que “Solo un Estado organizado y fuerte, protector de sus artistas, pensadores y científicos es capaz de proveer el progreso material y moral de una nación”.

En el Paraguay, el Estado protege mayormente a corruptos, lavadores y narcos. Brutos todos, pero rentables.

nerifarina@gmail.com

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