Se puede mencionar a varias mujeres que hicieron Patria y algunas con mayor valor de hombría que los varones. No podemos olvidar a Juliana Insfrán de Martínez, esposa del coronel Francisco Martínez, héroe de Humaitá y que por capitular ante el ejercito aliado, Juliana fue condenada a sufrir padecimientos ante el Tribunal de Sangre del mariscal Francisco Solano López.
Torturada y humillada, azotada y sometida al cepo uruguayana por no cumplir la orden de negar al marido, Juliana pasó los peores tormentos pero con dignidad.
La historia relata que antes de ser fusilada por la espalda fue violada por un prisionero, un fornido hombre de color. No se puede entender por qué tamaña barbarie. Este episodio se produjo el 21 de diciembre de 1868, durante la masacre de San Fernando, en Potrero Mármol, Itá Ybaté, Ñeembucú, donde fueron ejecutados centenares de personas.
Las residentas eran mujeres que acompañaban al ejército del mariscal López y que después reconstruyeron la Patria. Las “destinadas”, por su parte, eran mujeres que cayeron en desgracia ante el mariscal y estaban destinadas a morir.
Durante la guerra del Chaco (1932-1935), mientras el ejército paraguayo defendía el terruño, las mujeres se quedaron a cultivar la tierra. El país creció con prosperidad en producción agrícola.
En la actualidad, en pleno siglo 21, las mujeres siguen atropelladas, ultrajadas y discriminadas. Pese a los avances de las ciencias y la tecnología y los derechos de igualdad, el sector femenino aún recibe maltratos.
En homenaje a las mujeres paraguayas admiradas por el mismo papa Francisco, se debería forjar un país mejor. Las autoridades nacionales, locales y departamentales tienen la obligación de promover el desarrollo que permita mejores condiciones de vida para la población, y en especial a las mujeres.