Esa misma seguridad acompaña al creyente, cuando enfrenta en el día a día todos los avatares a los que está expuesta cualquier persona que sale de su casa a pelearla, y da la buena batalla que es la vida con sus ajetreos con la confianza de que siempre tendrá el apoyo y soporte que son la fe y la esperanza. Lo mismo ocurre con las personas equilibradas, justas y comedidas, que están siempre rodeadas de esa aura de tranquilidad y sosiego que otorgan la conducta correcta y cumplimiento de las normas establecidas, cual mano protectora que se cierne sobre ellas.
Y no nos olvidemos de los enamorados, que se prometen mutuamente nunca soltarse la mano, y lo cumplen porque así debe de ser, y en este contexto cómo no recordar aquella escena de Titanic donde Kate Winslet, aterida de frío, pero sosteniendo firmemente la mano de su enamorado, quien le cedió la seguridad de la tabla flotante, suelta la mano de Leo DiCaprio recién cuando se convence de que está irremediablemente muerto a causa de la hipotermia.
El Estado se encarga igualmente de tender la mano a sus ciudadanos –siendo su deber y una de sus principales razones de ser el hacerlo-, sobre todo o con énfasis a aquéllos que por distintas circunstancias se encuentran en un estado de mayor vulnerabilidad o riesgo que otros. De esta forma, contamos con la Policía Nacional, el IPS, Centros de Salud y toda una red de instituciones, organismos y entidades que deben velar por las necesidades básicas de todos los paraguayos. Y para apuntalar estas tareas, otras instituciones como el Poder Judicial, Fiscalía y Contraloría deben apoyar sus funciones para hacerlas más eficientes y velar por que se lleven a cabo con probidad y sin distinciones.
En estos días, somos sorprendidos con las noticias en torno a un tristemente célebre personaje de la ciudad azul y oro, que montó un esquema gigantesco de préstamos, garantías e intereses exorbitantes y, a partir de los mismos, se hizo de la forma más cruel e ilegal imaginable de cientos de inmuebles –además del cobro de intereses- dejando a cientos de personas literalmente en la calle.
Este señor, a quien ahora señalan todos los dedos y de quien, como se estila en estos casos, muchos intentarán hacer leña para sacar su tajada, clara y definitivamente no actuaba solo. Para otorgar los créditos con intereses leoninos e imposibles de honrar a personas desesperadas, intervenían escribanos matriculados. Para ejecutar pagarés y otros instrumentos de cobro participaban abogados (algunos muy renombrados), Jueces, Camaristas y Fiscales. Para el apriete a los deudores, participaban cobradores expertos y había apoyo de uniformados, y la ejecución de las garantías hipotecarias y adjudicación de bienes inmuebles suponía la participación de todos los anteriormente nombrados además de otros jugadores más.
En este caso, tenemos a todo un esquema armado, afilado y listo para actuar, pero al filo de la legalidad y con cero sentido de ética. Entre ellos, gente de origen humilde, siendo estos los casos en que de pronto se puede entender este enceguecimiento ante el dinero; en otros casos es mucho más difícil, porque encontramos a profesionales de familias de alcurnia, dinero y posiciones sólidas y consolidadas, mezclados todos en un entrevero fétido. Todos los actores se tendían las roñosas manos, escondidos detrás de mensajes de wassap, puestos de relevancia, escaños en el Senado, puestos Directivos en clubes deportivos… todo para prestar dinero a personas incapaces de devolverlo, con el agregado de no tributar por todos los préstamos y de negar cualquier posibilidad de refinanciación a los desahuciados deudores.
Por distintos motivos, a este señor le soltaron la mano. Le soltaron la mano sus secuaces, le soltaron la mano todos los que le permitían, dentro de un perverso esquema, pasar bastante desapercibido. Quizás la bola de nieve ya creció desproporcionadamente, quizás ya constituía un riesgo para demasiada gente, o quizás sencillamente le llegó su hora, como hasta al chancho más letrado le llega la Semana Santa.
Como sociedad, nos corresponde seguir con interés las acciones que tomen las instituciones del Estado, esperando que ese Estado, que debe tender la mano paternal a sus ciudadanos, torne en esta ocasión esa mano en un puño y castigue con todo el rigor que amerita la situación a los delincuentes, sus cómplices y encubridores, y que restablezca el delicado equilibrio social, al que tanto daño causaron estas personas.