El cuento se titula “Historia de un muerto contada por él mismo”, incluido en el libro “La dama negra”, que edité para El Lector y ABC Color. Dumas, padre (1802 – 1870), no solo escribió novelas portentosas como “El conde de Montecristo”, sino también obras picantes, como ésta. El párrafo en el que Satán hace sus elucubraciones, dice: “Haciendo una media de tres millones de almas que se pierden al día, calcula en cuánto tiempo el mundo entero será mío. Me veré obligado a comprarle a Dios el paraíso para agrandar el infierno”.
Muchas veces, cuando zafamos de situaciones extremas, decimos que “Dios es paraguayo”. Pero observando el turbador panorama del bandidaje patrio, podríamos sospechar que también “Satán es paraguayo” o, por lo menos, cada vez más hincha de la albirroja.
Resulta penoso cómo en cada mes de diciembre los obispos se desgañitan en Caacupé tratando de enderezar a este pueblo, sin conseguirlo. Los gobernantes juran por Dios y la patria cumplir con sus deberes, pero ni Dios ni la patria se presentan cuando hay que demandar a estos delincuentes que roban a manos llenas y permiten que sus conmilitones también lo hagan mediante licitaciones, compras directas, adjudicaciones a ONG, merienda escolar, ayuda monetaria para salvar la pandemia, adquisiciones sanitarias y demás pillerías.
En otro pasaje del cuento aludido, el diablo afirma que “los hombres degenerados son siempre lo mismo, tal como los creé”. Esto vendría a confirmar lo que temíamos: que los políticos, quizá, son hijos del mismísimo demonio. Hay que recordar que las respetables trabajadoras sexuales han declarado en diversas circunstancias que tales políticos “no son hijos nuestros”. Y yo les creo a ellas. No se merecen el oprobio de ser madres de semejantes especímenes.
Ahora bien. El crecimiento exponencial de la corrupción, del crimen, de la delincuencia y de la impunidad de los facinerosos hace pensar a la gente decente (que la hay, la hay) en la necesidad de exigir más a la justicia, de ampliar las cárceles y de salir a combatir a los malignos donde se pueda. Parecería tarde para esto. Satanás y “los hombres degenerados” que creó (¿nuestros políticos?) ya han ampliado el infierno. Su labor evangelizadora ha sido sumamente eficaz, y existen cada vez más poderes del Estado, instituciones, gobernaciones, municipios, partidos pervertidos que han logrado comprar, de los buenos, unos nuevos territorios de acción.
A diferencia de lo que ocurre en el relato, aquí Satanás no necesita negociar con Dios para ampliar su infierno. Los dueños de los escenarios de la corrupción y la criminalidad son “los degenerados” que creó él mismo. ¡Dios nos guarde!, diría mi abuela Tola.