Todos somos culpables

Hay una larga cadena de culpabilidades, responsabilidades penales y administrativas, en la muerte del niño Thiago, de apenas tres años, muerto ahogado en aguas cloacales tras caer a un registro del sistema de drenaje al que le faltaba una tapa, el sábado de la semana pasada.

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Desde los miserables que roban estas tapas de metal para venderlos en el mercado negro, hasta los no menos miserables que lucran con la compra-venta de estos elementos, a sabiendas de que son robados, y pasando por la empresa estatal responsable del servicio cloacal, por la empresa privada encargada de su mantenimiento, por la Municipalidad de Encarnación, que es finalmente la responsable de las condiciones de seguridad e higiene en las calles y paseos públicos.

Ahora la Essap se apresura ante la tragedia y la empresa encargada del mantenimiento, Cristalino del Sur, contratista de la binacional Yacyretá, se moviliza para ver cómo resolver la situación.

Este trágico acontecimiento tiene por detrás un enrevesado de responsabilidades y competencias, resultado, finalmente, de la desidia de las autoridades cuya función es ofrecer servicios eficientes y de calidad a la ciudadanía. Pero estamos en el país del “vai vai” y el “ya da ya”.

Lo mismo acontece con los cables del sistema de alumbrado público de las avenidas y paseos de las zonas ribereñas. Los sitios más atractivos de una ciudad que se ufana de ser “la perla del Paraguay”, y es promocionada a los cuatro vientos como “destino turístico seguro”.

Buena parte de estos atractivos paseos permanece a oscuras porque unos rateros se robaron los cables de cobre para venderlos como metal reciclado. También están plagados de verdaderas trampas con los registros del sistema eléctrico o de desagües sin tapa porque se los robaron o se rompieron.

Pese a que existen denuncias concretas y formales presentadas por las autoridades comunales ya hace algún tiempo, los ladrones de cables operan sin contratiempos, y los “chatarreros” que reducen ese producto del robo operan campantes sin ser molestados por la Fiscalía o la Policía.

Finalmente, hay responsabilidad en los mismos vecinos del pequeño Thiago, quienes esperaron que uno de los muchos niños que corretean por el barrio encuentre la muerte de una forma tan horrenda, para darse cuenta del peligro de la verdadera trampa mortal en medio de un parque.

Trascendió después del fatídico acontecimiento del sábado que ya antes una persona adulta sufrió un accidente en ese mismo hueco y se rompió una pierna. Aun así, a nadie se le ocurrió hacer algo para evitar que suceda algo más grave, como finalmente aconteció.

La desidia, la apatía ciudadana, sumadas a la corrupción rampante instalada en las instituciones del Estado, son los peores males en una sociedad que no alcanza a comprender que su construcción y realización como tal es una tarea colectiva, una responsabilidad de todos.

jaroa@abc.com.py

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