Tienen influencia no debido a la excelencia de sus actuaciones sino a la herencia corporativa de las dictaduras de José Félix Estigarribia y su continuador Alfredo Stroessner.
Esos gremios se las han arreglado desde la dictadura fascista (corporativa) de José Félix Estigarribia para arrogarse una parcela importante del poder político sin ningún voto popular.
Durante la larga noche autoritaria iniciada en febrero de 1936 hasta la entrada en vigencia de nuestra Constitución, en junio de 1992, esa pequeña parte del empresariado formaba parte del gobierno y el Estado. Desde 1940 incluso formalmente como integrantes del Consejo de Estado.
La Iglesia Católica es una corporación que también mantiene el mismo lugar de privilegios con respecto al Estado.
Aunque ya no existe esa cámara de corporaciones, los gremios que ocupaban lugares en ella siguen ocupando, en contra de toda lógica democrática, lugares automáticos en demasiados organismos del Estado (desde el Instituto de Previsión Social hasta los consejos de tecnología) y, lamentablemente, muchos de nuestros presidentes de la República y de nuestros políticos actúan con respecto a estos gremios como si estos todavía fueran parte de la estructura institucional.
Estos gremios funcionan, pues, como un poder estatal, aunque no figuran en nuestra Constitución. Son, técnicamente, un poder fáctico, extraconstitucional, que trasciende la división de poderes instituida para garantía de nuestras libertades.
Para confirmarlo, el jueves 4 de noviembre, en “Mesa de Periodistas” por ABCtv, Jaime Egüez, presidente del Club de Ejecutivos, reconoció que todos los gremios empresariales coordinan vía whatsapp posturas unificadas, que son uno.
Pero ahora hay que agregar a ese desorden institucional un tema que antes no existía: El hombre más poderoso de nuestro Paraguay, Horacio Cartes, habiendo comprado, y todavía comprando empresas en todos los sectores de nuestra economía (agricultura, ganadería, industria, comercio, servicios, tecnología, medios de comunicación) tiene decisivos voz y voto en todos esos gremios y, además, siendo su mayor contribuyente, tiene voz en la Iglesia Católica.
Él dirige, con fuerza creciente, el poder fáctico gremial.
En el caso del proceso que condujo a Víctor Ríos a la Corte Suprema de Justicia esto quedó demostrado más allá de toda duda razonable: Los gremios actuaron al unísono, con un discurso único, en un tiempo unificado evidenciando que hubo un criterio coordinado, un momento coordinado, y un objetivo coordinado, todos coincidentes con el interés de Cartes de impedir que Ríos vaya a la Corte.
Gremios que jamás se molestaron por la sumisión de Sandra Quiñónez, fiscala general del Estado, de César Diesel, presidente de la Corte Suprema de Justicia, y de otros seis ministros del máximo tribunal, a un político poderoso, ahora hicieron cuestión por “la politización” de nuestra Justicia.