Antes de recordar que son “autoridades” públicas -en el caso de los parlamentarios- se pasan legislando en función a intereses particulares o cumpliendo a cabalidad las órdenes de su patrón. ¡Todo para el Partido! ¡nada contra el Partido! Ni mucho menos... ¡Nada fuera del Partido!
Esta máxima podemos seguir acuñando sin estar errados en prácticamente cualquier momento del periodo “democrático”. Aunque pasen los años y cambien los rostros, seguimos sometidos a la voluntad totalitaria de un mismo partido, con una Cámara Baja secuestrada (como ejemplo) y con un solo “amo y señor” -con aires divinos- moviendo lo hilos del “progreso”, sea con compras privadas a gran escala o simplemente bajando líneas a los actores políticos causantes de nuestro infortunio. ¡Todo tiene un precio y el patrón... dinero!
No podemos negar que ante semejante estructura sostenida entre la verdadera oligarquía y el hurrerismo, como ciudadanos solo nos está tocando resistir todo cuanto se pueda y observar el deterioro inevitable de lo que se supone debió ser una sociedad libre, en condiciones iguales si como mínimo se respetasen los derechos humanos.
Somos desdichados, víctimas de una polaridad demográfica, donde “el que quiere puede” si está del lado de “los amigos”, mientras el ciudadano promedio de salario mínimo reprime a regañadientes las ganas de reavivar el hartazgo que hizo arder incluso la sede de un poder del estado.
Nos están durmiendo y hasta más que eso, nos están controlando como animales domesticados. Como decía el innombrable tirano y padrino político de nuestro desorientado presidente: “A los amigos todo, a los enemigos palos y los indiferentes la ley”.
Vivimos condicionados ante un sistema bien procesado -por los miembros del mismo partido o simpatizantes ideológicos- en el que lo barato sale caro si tomamos como referencia solo los procesos electorales, donde un voto por cierta suma de dinero determina el nivel abuso al que debe ser coartado, por un periodo más, todo aquel ser pensante con el más mínimo sentido de conciencia. Nos regimos a las normas de juego en busca del utópico cambio sin al menos intentar ponernos de acuerdo y olvidamos por un instante que ni los mismos comicios son inalterables. Lastimosamente TODO en este país pude ser fraguado.
¡No más cicatrices de caudillos y patrones! ¡No más sumisión!