El monseñor Celestino Ocampo destacó que la falta de oportunidades para muchos jóvenes genera un vacío existencial que los empuja hacia la inseguridad, la desesperanza y, en algunos casos, hacia el suicidio. En este sentido, recordó que en la reciente Carta al Pueblo de Dios, leída por monseñor Ricardo Valenzuela en Caacupé, se advierte sobre los peligros de la drogadicción, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero. “Los jóvenes no deben caer en este espejismo”, sostuvo, al citar el mensaje de Valenzuela.
El obispo hizo un llamado urgente a la sociedad para que no sean los adultos quienes miren hacia otro lado ante estos flagelos. “Hay barrios enteros en todo el país donde la violencia, alimentada por el consumo y la distribución de drogas, impide una vida tranquila”, lamentó.
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Asimismo, expresó su solidaridad con los padres que, impotentes, ven cómo sus hijos caen en manos de las bandas delictivas involucradas en el tráfico de estupefacientes, “esperando el doloroso momento de recibir el cuerpo de sus hijos como resultado de una historia triste y fatal”.
Ocampo alertó sobre el riesgo de que la sociedad se convierta en “sonámbula”, sin esperanza ni futuro, debido a la crisis generada por las drogas. En este contexto, subrayó que el actual jubileo “Peregrino de la esperanza” es también una invitación a la conversión, haciendo un llamado a los “mercaderes de las drogas”, aquellos que lucran con el narcotráfico y el sicariato. “Si no cambian su sucio negocio teñido de sangre, jamás verán la Gloria de Dios”, afirmó.
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El obispo reconoció que, aunque existe temor debido a la peligrosidad de estos grupos, la indiferencia y el silencio de la sociedad contribuyen a que los delincuentes sigan operando con impunidad. “Si no denunciamos, nos convertimos en cómplices”, advirtió, instando a la comunidad a no callar frente a la realidad que los afecta.
El abigeato: otro flagelo a erradicar
En otra parte de su homilía, monseñor Ocampo abordó el problema del abigeato, que afecta tanto a Carapeguá como a otros distritos del departamento de Paraguarí. El prelado destacó que este crimen organizado, que robar vacas a los agricultores pobres, “es una mafia que causa gran dolor, especialmente a las familias que dependen de estos animales para su sustento”.
Ocampo expresó su indignación por la impunidad con la que operan estos delincuentes, recordando un caso reciente que ocurrió en Presidente Hayes donde fueron detenidos policías, empleados de Senacsa y de lucha contra el abigeato, y estaban involucrados en actividades delictivas relacionadas con el abigeato. “Es triste que, a pesar de que todo se sabe, nadie hace nada. Sin la complicidad de las autoridades, estos males no podrían continuar”, afirmó.
En su reflexión, el obispo también hizo un llamado a los cristianos a ser actores del cambio, proponiendo una transformación profunda de las estructuras sociales y económicas que oprimen a los más vulnerables. “Como cristianos, tenemos la responsabilidad de contribuir a la liberación de los pobres y a su integración plena en la sociedad”, expresó Ocampo, citando las enseñanzas del Papa.
Para concluir, el obispo resaltó la importancia de la esperanza, citando el compromiso de los jóvenes que participan activamente en la comunidad, en la catequesis y en los grupos de fe. “Cuando la gente reza, confía en Dios y tiene devoción a María Santísima, la esperanza renace”, concluyó, reafirmando que la fe es un motor de transformación en medio de las adversidades.