Aquel domingo 1 de agosto del 2004 se presentaba cálido y soleado. La iglesia de la Santísima Trinidad recibió a muchos feligreses que al finalizar la misa llegaron hasta el supermercado Ycua Bolaños, que estaba a metros, mientras otras familias compraban para el almuerzo y grupos de amigos se encontraron allí para celebrar su amistad.
Pero la tragedia se inició. El incendio y el cierre de las puertas por orden de los dueños provocó la muerte de 396 personas.
Los primeros reportes de aquel trágico día presagiaban lo peor
El supermercado Ycua Bolaños, propiedad de la familia Paiva, estaba ubicado sobre la avenida Santísima Trinidad, frente a una estación de servicios y a metros de la emblemática iglesia de la Santísima Trinidad.
Se convirtió en el punto de encuentro de los trinidenses, ya que contaba con patio de comidas y una amplia variedad de servicios. Los domingos era cuando más gente llegaba hasta el lugar.
El fuego se generó en una sección horizontal de la chimenea que estaba en la cocina del patio de comidas, llegó a 100 grados celsius y debido a que ese sector no era sometido a una limpieza se acumuló grasa y cenizas que el día en que se produjo la chispa fueron combustible para generar una bola de fuego que se extendió desde arriba, recorriendo todo el techo de cielorraso del local, según el peritaje.
Fueron cinco mil familias las afectadas, más de 500 heridos, cientos de huérfanos y la pérdida de 396 vidas.
La orden que mató a casi 400 personas
Las víctimas y empleados relataban, días después, que la orden de cerrar y candadear las puertas con las personas adentro, al inicio del fuego, provino de los dueños: Juan Pío Paiva y su hijo Víctor Paiva.
Los bomberos y vecinos de la zona hacían boquetes en las paredes para rescatar vidas y sacar cuerpos calcinados que eran derivados hasta los centros asistenciales.
Muchos fueron depositados en el patio de la discoteca Tropy Club que estaba a una cuadra.
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Familias desesperadas
El vía crucis de las familias afectadas comenzó horas después del inicio del fuego, que se reavivaba cada tanto y duró unos días. Buscaban a sus familiares en hospitales, en la morgue y en los lugares donde eran depositados los cuerpos.
Recorrían los medios de comunicación que contaban con las listas actualizadas de internados y fallecidos. Luego del dolor llegó la desesperación y la falta de justicia inmediata.
Los Paiva fueron detenidos, comenzaron un recorrido por los estrados judiciales que en varias ocasiones derivó en episodios de violencia por la indignación de las víctimas que jamás recuperarían a sus muertos.
En un juicio oral, Víctor Daniel Paiva fue condenado a 10 años de prisión por homicidio doloso en grado eventual. Estuvo en prisión hasta el 27 de marzo 2013, fecha en que consiguió su libertad condicional.
Estuvo casi nueve años en la cárcel del barrio Tacumbú y falleció como consecuencia del covid en el año 2020.
Otros condenados por esa causa fueron su padre, Juan Pío Paiva, quien recibió la condena de 12 años de encierro; el guardia Daniel Areco, sentenciado a cinco años de prisión, y el directivo Humberto Casaccia, cuya pena carcelaria fue de dos años y medio.
Mientras, otros aún deambulaban por los pasillos de hospitales y algunos fueron al exterior, donde recibieron atención con cirugías reconstructivas.
Historias de vida
Luego de la tragedia y tras meses, e incluso años, los sobrevivientes se aferraban a sus recuerdos, a su dolor, pero ya con un poco de esperanza que fue creciendo.
Tatiana Gabaglio es una joven que fue rescatada por un bombero luego de quedar en el piso, bajo cuerpos que fueron cayendo sobre ella en la explanada que daba a la salida y donde se generó una estampida. Fue el lugar donde más cuerpos calcinados fueron encontrados.
Era una niña y perdió una pierna, pero esa situación no la hizo flaquear. Hoy cuenta con una ortopédica, se inspiró en su rescatista y juró como bombera, además de recibirse recientemente de abogada. Inspira a otros jóvenes con su historia.
Un viudo y una huérfana se conocieron tras el incendio, hoy forman una familia. Una pareja que perdió a sus hijas adoptó a dos hermanitos que quedaron sin sus padres.
Otras víctimas escribieron libros, hoy se dedican a ayudar a otros con su experiencia. Son sólo algunas de las historias de vida que dejó la mayor tragedia de la historia contemporánea de nuestro país.
Pasaron 20 años, conviven con el dolor y el recuerdo y exigen que “no exista otro Ycua Bolaños”. A las 11:00 de este jueves encenderán 400 velas en el memorial sobre Santísima Trinidad, recordarán a quienes ya no están y como cada año se fundirán en abrazos interminables para darse fuerzas y seguir con la vida.