En el día del maestro, la profesora Eusebia Samaniego decidió retirarse de la educación tras 64 años de una intensa labor que empezó cuando apenas tenía 18 años y que le valió el título de “maestra del pueblo”, para los habitantes de su ciudad de Ypané.
Eusebia Samaniego de Domínguez fue una de las fundadoras del Colegio Nacional Miguel Ángel Torales de Ypané y directora por 32 años de la Escuela N.º 90 Manuel Enciso de la misma ciudad. Tras retirarse, lejos de abandonar su pasión por educar, decidió fundar su propia institución privada, el Colegio San Francisco de Asís.
Eusebia no solo es motivo de orgullo para todos sus alumnos, quienes la recuerdan siempre con mucho cariño, es el orgullo de sus tres hijos, quienes también heredaron el amor por la educación y quienes hoy asumen su legado y la administración de la institución.
En este día tan especial para todos los docentes del país, te contamos cómo fue la despedida que le dieron sus alumnos a una profesora que, sin lugar a dudas, marcó huella.
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Emotivo homenaje: alumnos despidieron a su profe
En la mañana de este 30 de abril, Día del maestro, sus familiares, compañeros y alumnos decidieron despedir a la profesora Eusebia como se merecía, tras haber dedicado su vida a la educación de los niños de Ypané, muchos de los cuales hoy ya son adultos y padres de familia, profesionales y hasta autoridades.
El acto, un recibimiento muy especial con globos, música y por sobre todo, mucho cariño y gratitud.
La labor de la profesora alcanza además a estudiantes de otras dos instituciones educativas para las que ella colaboró para su creación: el colegio Niños Mártires de Acosta Ñu de la compañía de Ytororó, y la escuela Sebastián Samaniego de la misma ciudad.
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La maestra del pueblo
Eduardo, uno de sus hijos,cuenta con orgullo que su mamá es considerada en los medios locales como la “maestra del pueblo”, por la cantidad inmensa de ciudadanos que pasaron por sus aulas.
Señala que como herederos de su legado, sus hijos tiene hoy la vara muy alta por mantener.
“Tenía una habilidad tremenda porque aparte de ser maestra ella era una buena madre. Venía y trabaja otra vez de noche, mi papá tenía una despensa y ella cocinaba otra vez a los conductores de una empresa de transporte. No dormía prácticamente, el salario de los docentes era muy poco”, recuerda con una mezcla de nostalgia y orgullo.
“La sangre no es agua”, dice ante la consulta sobre su vocación docente, así como la de sus hermanos. “Nacimos y crecimos en ese ambiente. Teníamos esa disciplina que nos ayudó a ser buenos hijos también, gracias a Dios”.