Las incursiones se dieron por tierra y aire por parte de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), el Ministerio Público y la FTC. Se produjeron enfrentamientos entre los criminales y las fuerzas de seguridad.
Por el momento se registraron nueve personas detenidas y nueve criminales abatidos. En poder de los mismos se encontró un poderoso arsenal y municiones, incluso una ametralladora antiaérea.
Operación “Ignis”
Durante el operativo denominado “Ignis” se halló un impresionante arsenal que se sabía tenía la organización criminal más buscada del país que estaba al mando de Santiago Acosta Riveros, alias “Macho”.
Entre las armas se encontró el fusil antiaéreo calibre .50 que era habitualmente utilizado por “Macho” en sus desplazamientos.
La zona allanada es conocida como La Paloma, a unos kilómetros de la ribera del río. Ese lugar era utilizado como guarida de “Macho” y su gavilla.
¿Quién es “Macho”?
Santiago Acosta Riveros, alias “Macho”, trabajaba como peón en la ciudad de Tavapy, departamento de Alto Paraná, en el establecimiento de un colono japonés.
En el año 2005, alias “Macho” recibió una “oferta” de alguien que le pidió animales vacunos, pero como él no los tenía robó varios del establecimiento en que trabajaba y fue descubierto.
Santiago Acosta Riveros mató al colono japonés y lo enterró en el establecimiento. Luego de 70 días de búsqueda, confesó el asesinato y dónde estaba enterrado el cuerpo.
El asesino confeso fue condenado a 25 años de cárcel, pero cuando cumplía el sexto año de reclusión escapó fingiendo una enfermedad para que lo lleven a un centro asistencial, de donde, supuestamente, evadió a sus custodios.
En el año 2016 fue recapturado en Salto del Guairá, pero un año después, de la misma manera, volvió a escapar.
En los últimos cinco años se convirtió en el narcotraficante más “importante” del país, al monopolizar las comunidades indígenas con grandes plantaciones de marihuana y pistas de aterrizajes clandestinas.
Una de las estructuras más sanguinarias
Francisco Ayala, vocero de la Senad, indicó que se trata de una de las estructuras criminales más sanguinarias del país, por todo el arsenal que movía y los vínculos con bolivianos, peruanos, colombianos y mexicanos, “ya que se movía al estilo de los cárteles mexicanos”.
“Esta gente se creía dueña del departamento de Canindeyú. Por ejemplo, un cargamento de droga era custodiado por un convoy de 30 personas armadas con fusiles. Incluso, los organismos de seguridad de la zona se veían rebasados por el poderío de esta estructura que es responsable de muchos asesinatos y ajustes de cuentas”, especificó.