La feria del pesebre abre sus puertas de 8 a 21 horas y concluirá al mediodía del 23 de diciembre. Un extenso pasillo alberga una variedad de pesebres, representaciones de la Sagrada Familia, plantas, planteras y ánforas de cerámica de diferentes tamaños, todos exhibidos por las familias dedicadas a la cerámica y su venta.
Los precios de los pesebres varían; se tienen desde G. 45.000 sin casita, G. 30.000 para la Sagrada Familia, y están los de tonos marrones y dorados oscilan entre 300.000 y 450.000 guaraníes con casita. Cada pieza lleva un distintivo único, según la familia o taller que la elabora. Los artesanos de la Avda. Mcal. Estigarribia comentan que ninguna pieza es idéntica a otra, y esta diversidad también se encuentra en los locales de la Avda. De La Candelaria con pesebres de casi dos metros de altura.
En la Avda. Mcal. López, una calle que proviene de Ypacaraí, los artesanos esperan atentos a que los visitantes estacionen sus autos para adquirir el pesebre que acompañará sus celebraciones navideñas.
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En general, los ceramistas que participan en la feria del pesebre están satisfechos con las ventas hasta el momento. Julio Torres, productor y expositor, comenta: “No me quejo, hay que ser agradecido con lo que a uno le viene”.
Virginia Duarte, creadora de macetas de piedras, también participa de la feria del pesebre y señala: “La gente aprovecha y viene a comprar de todo”. Aunque las expectativas de ventas no siempre coinciden con la realidad, Virginia mantiene la esperanza y desde temprano prepara su stand con planteras revestidas de diferentes piedras desde G. 15.000.
En dos cuadras de feria, el recorrido se vuelve interesante porque se ofrecen colgantes de cerámica, planteras, ánforas, porta incienso e incluso frutillas con chantilly. En un solo lugar, los visitantes encuentran todo lo necesario para apoyar a las numerosas familias aregueñas que participan en esta tradicional feria del pesebre.
La navidad y sus cambios
Gladys Alvarenga, vendedora de plantas, mantiene viva la tradición familiar a pesar de los cambios en los tiempos. Su familia sigue armando su pesebre y colocando al niño Jesús en sus brazos para invocar buenos deseos, gratitud y abundancia. Aunque los tiempos han cambiado, Gladys recuerda su infancia cuando visitaba la casa de su tía, ya que no tenían un pesebre en casa. Sin embargo, nota que las visitas a los pesebres vecinos, han disminuido, ya que ahora cada familia tiene el suyo.
En la feria del pesebre, Gladys Medina, quien vende ensaladas de frutas y comidas caseras para los trabajadores de la exposición, reflexiona sobre cómo la Navidad ha cambiado. Antes, ella y sus hermanos solían visitar las casas de sus vecinos para saludar, pero ahora cada familia celebra en su propio hogar. A pesar de las transformaciones, Gladys mantiene viva la esencia de la Navidad y comparte su tradición con los visitantes de la feria.