El acto de homenaje fue organizado por la Comisión de Puesta en Valor y Recuperación del Patrimonio Tangible de la Historia del Paraguay, presidido por el senador Pedro Santa Cruz. Se llevó a cabo en la sala de sesiones del Congreso Nacional.
Santa Cruz mencionó que “el evento contiene una carga emotiva muy fuerte”, ya que les honraron con su presencia tres excombatientes: Alejandrino Grance, Canuto González y Carmelo Ayala Sosa.
En la ocasión el ministro de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), Rubén Capdevila, exclamó que es necesario trabajar en la creación de políticas públicas que mejoren la calidad de vida de los excombatientes y sus familiares.
“Estos hombres ofrendaron sus vidas para defender nuestro suelo guaraní, el glorioso y sufrido Chaco paraguayo, que hoy forma parte de nuestro territorio gracias al esfuerzo y el patriotismo puesto hace 90 años”, manifestó.
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Asimismo, instó a los jóvenes a enriquecer sus conocimientos en referencia a la historia del Paraguay y especialmente a valorar lo acontecido en el pasado a fin de poder ser parte de un cambio que favorezca a la democracia social y participativa.
El titular del Congreso, senador Oscar Salomón, en compañía de sus colegas Pedro Santa Cruz y Juan Darío Monges, hizo entrega de las medallas denominadas “Paz del Chaco”, a los excombatientes presentes y a familiares de otros veteranos de la Guerra del Chaco.
Carmelo Ayala Sosa, excombatiente de 103 años, declamó una poesía de Emiliano R. Fernández, en la cual con mucho fervor relató los momentos de defensa del suelo paraguayo.
El solemne acto concluyó con la presentación de la banda musicos del Ministerio de Defensa Nacional, que deleitaron a los presentes con “Marcha Boquerón”, “Soldado del Chaco” y “13 Tuyutí”.
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Último excombatiente en Luque
El veterano Canuto González Brítez es oriundo de San José de los Arroyos y desde el 2013 vive en la ciudad de Luque junto a sus familiares. El excombatiente aún recuerda la gran hazaña vivida desde 1932 hasta 1935 y anhela que “nunca más vuelva ese tiempo”.
Canuto González nació el 19 de enero de 1916 y con tan sólo 15 años fue obligado a cambio de la libertad de su padre, que se encontraba preso, a formar parte del grupo de soldados que irían al Chaco. Entre risas, suspiros y silencios, “el abuelo Canuto”, relató las hazañas vividas en las batallas desde 1932.
“Un día nos reclutaron y nos trajeron hasta Asunción. Llegamos a un lugar y todos estábamos en una gran pieza y comenzaron a examinarnos. Los sanos por un lado y los enfermos eran enviados otro lado. Luego de varios días presenté algunos malestares y entonces me dieron un mes de pase, pero faltando quince días volvieron por mí. Luego de otro chequeo, volví nuevamente a casa junto a mis padres”, señaló el héroe.
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La guerra a cambio de la libertad de su padre
Agregó que luego de varios intentos de huir de los soldados que reclutaban a los niños y jóvenes para llevarlos a la guerra, finalmente decidió presentarse en la comisaría donde su padre estaba detenido a causa de la huida de su hijo.
“El comisario era conocido nuestro, creció prácticamente con mis padres, pero en ese momento prevaleció su condición de comisario y no le importó a quién había arrestado. Pasaron tres días y el comisario le dijo a mi papá que no lo dejaría libre hasta que yo me entregue. Entonces me dispuse para ir a la guerra y papá volvió a casa”, señaló don Canuto.
Machetillo y escopeta, eran las armas
“Subimos a un barco llamado Cañonero Humaitá con destino a Puerto Casado. Recuerdo muy bien que éramos muchísimos y la mayoría de 15 y 16 años”, recordó
Agregó: “A todos nos dieron medallas y cigarrillos. Llegamos y la tropa se alistó. Nos sacaron toda la ropa y quedamos totalmente desnudos. Ahí nos dieron el uniforme verde olivo, un sombrero y una manta doblada, que la colgamos en la espalda. También recibimos una bolsa que contenía un plato, una cuchara y un jarro, todos de lata”, indicó.
El excombatiente siguió relatando la hazaña vivida: “Nos entregaron como arma un machetillo y un cinturón con 300 balas y el arma de fuego. No sabíamos usar nada, pero así fuimos”, refirió.
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El defensor de la Patria contó que en Puerto Casado el único medio de transporte era un pequeño tren utilizado para trasladar leñas desde el monte hasta los hogares.
“Subimos en el tren y por el camino vimos a muchos soldados muertos y otros agonizando. Llegamos al lugar de combate y todos nos tiramos al suelo entre los matorrales, esperando nuestro turno para comenzar a matar”, señaló.
Murieron de sed
Canuto González relató que por varios días pasaron hambre y sed. Aseguró que en un momento dado, como un golpe de suerte, los soldados encontraban alguna que otra plantación de maíz y sandía, que eran “atacadas” por los combatientes para saciar el hambre.
“Fue doloroso ver morir de sed a los compatriotas. No teníamos agua. Podíamos aguantar varios días sin comer, pero sin agua no. Esa fue la mayor necesidad que tuvimos durante la guerra”, expresó.
Herido de bala, se retiró de la guerra
En una de las batallas, el excombatiente sufrió una herida en la mano izquierda, provocada por el rifle en el momento de atacar. Dijo que tras este suceso y debido a la gravedad de su lesión tuvo que volver de la guerra a su ciudad natal, donde vivió con sus padres Elías González y Marcelina Britos.
Actualmente el héroe vive en la compañía Maka’i de Luque con su hija Mary Estela. Allí recibe el mejor de los cuidados diariamente y el infinito amor de sus nietos.
Confesó que el mayor legado para sus siete hijos es haberles enseñado el amor y el respeto hacia los demás, así como el valor de las cosas.
“Cada vez que iban a su lugar de trabajo bendecía a todos mis hijos y les decía que vayan con alegría. Les digo que siempre tienen que ser agradecidos con lo que uno tienen. Yo vivo bien, me cuidan mucho y estoy feliz”, afirmó.