Las veces que encuentra un campo para practicar el fútbol, a monseñor Ricardo Valenzuela le viene en mente su pasión por este deporte. Se creería que si no se hubiera consagrado a la vida religiosa, iba a ser un centrodelantero.
Una cancha en sus recorridos es una tentación y no duda para ingresar al gramado para hacer algunos toques, aunque sus recursos sean limitados.
Le apasiona disparar penales. No es como Alejandro Silva, que da una serie de saltitos para luego colocar el balón lejos del arquero, o el gran José Luis Chilavert, cuyos bombazos son inatajables. Riki, como llaman a Mons. Valenzuela, tiene otras mañas para engañar al portero. Y lo demostró a un grupo de jóvenes durante una gira pastoral en Atyrá, donde se lo vio explicar cómo se mete un gol desde los 12 pasos.
Para él, desde esa distancia no se puede fallar un gol.
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Centrodelantero de la Albirroja
Gesticulando de aquí para allá y con certeras indicaciones antes de tomar carrera y romper la red, Mons. Valenzuela parece ponerse y vibrar con la camiseta de la Albirroja.
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Bajo los tres palos estaba atenta una joven a la pesca de apropiarse del bombazo, que al final, y al decir del recordado Búfalo Genaro García, fue solo un ñati´u shu (patada de mosquito), pero, para su suerte, su pegada se convirtió en gol.