La Virgencita azul de Caacupé verá por fin a sus fieles nuevamente cara a cara este año, luego de un 2020 triste para la población mariana, que -debido a la crisis sanitaria por COVID-19- se vio obligada a quedarse en casa y no pudo ir a pagar sus promesas o pedir el auxilio de la madre.
Pero el golpe no solo fue para la fe, sino también para el movimiento económico que se genera en la ciudad de Caacupé cada año y que es, prácticamente, lo que ayuda a subsistir a sus pobladores el resto del año.
El movimiento comercial mientras se prohibía la presencia de feligreses fue prácticamente nulo y esto generó un nivel de ventas disminuido prácticamente a cero, lo que causó sufrimiento en los vendedores de la zona, que no pueden vivir del aire y necesitan de esas ventas para costear su vida.
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La desesperación da paso a la oportunidad
Los rubros de santería, ventas de alimentos, chipa, etc., se vieron fuertemente golpeados. Todos recordamos con mucha tristeza la escena del humilde chipero ofreciendo a gritos sus chipas en los alrededores de la basílica, mientras ni un alma se encontraba por esos lugares.
La desesperación se sentía en la gente. Es por eso que este año los vendedores de todos los rubros reciben con los brazos abiertos y llenos de esperanza esta nueva oportunidad que les da la pandemia.
Ven en la presencialidad de los fieles una chance de repuntar en sus ventas y reponerse así poco a poco de la durísima crisis.
Fotógrafos esperan cumplir la tradición
Una de las primeras propuestas comerciales con las que uno se encuentra apenas llega a la plaza central de la ciudad es el tradicional puesto de los caballitos, donde desde hace más de 35 años los niños se sacan fotografías.
Los fotógrafos cuentan que en tiempos normales llegaban a capturar 1.000 fotografías por cada trabajador, en la semana del 5 al 10 de diciembre. Pero este año aún está costando levantar cabeza, pues hasta el momento solo han alcanzado 300 fotos de aquel promedio de 1.000.
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Consideran que, con mucha suerte, podrían alcanzar el 50% de la meta que antes lograban.
Delicias de siempre
Pasando al rubro gastronómico, se avizora un panorama algo más esperanzador, ya que todos los fieles que llegan a Caacupé infaltablemente compran una chipa acompañada con un cocido, así como también la clásica butifarra.
La chipa se puede adquirir desde G. 5.000 y el cocido a G. 2.000. Saturnina Ramírez, chipera, expresó que desea vender más porque ellos también pagan por sus puestos el 50% del costo que anteriormente abonaban, debido a un descuento que se les hizo por pandemia. Resaltó que dependen exclusivamente de este negocio para subsistir y alimentarse, pues no tienen otro trabajo.
En el rubro de la santería esperan aún poder ver más movimiento en estos días. Al menos se sienten alentados por el hecho de que este año sus locales puedan estar abiertos, teniendo en cuenta que el año pasado se vieron obligados a cerrar todos los negocios.
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Imágenes de fe y recuerdo
La imagen de la Virgen de Caacupé se puede adquirir en cerámica desde G. 10.000 en tamaño mediano, comentó don Juan Antonio Quintana.
La comerciante Luciana Quintana de Arce dijo que el movimiento en cuanto a feligreses es bueno, pero en cuanto a ventas, muy poca gente está comprando.
Estimó que están llegando al 30% de ventas nada más, pues la gente solo adquiere lo más económico.
Con respecto a las imágenes grandes de la Virgen, que son mucho más trabajadas, se adquieren al precio de G. 350.000. De este tamaño apenas han vendido una imagen este año.
Como dato positivo, mencionó que suele haber ventas después del 8 de diciembre, incluso hasta febrero.