Desde hace cuatro años, aproximadamente, funciona en el extremo norte del primer departamento la posada Karakara; lleva ese nombre debido a que está muy próxima al riacho que tiene esa misma denominación. El lugar turístico cuenta con habitaciones con capacidad para 20 personas, posee piscinas, quinchos y un mirador para apreciar los hermosos atardeceres.
Además ofrecen el alquiler de pequeñas embarcaciones con guías para disfrutar de jornadas de pesca. Son unas 10 personas, aproximadamente, las que trabajan de manera directa en ese lugar.
Tras el levantamiento de varias restricciones por la pandemia, la posada reinició sus actividades. Pero actualmente su propietaria, Blanca Rodríguez, mencionó que el lugar estará cerrado ante la imposibilidad de recibir a los visitantes.
Comentó que muy cerca de la posada se encuentra una fábrica de cal, esta actividad hace que el humo (producto de la cocción de las piedras) invada toda la zona. “Cuando esto sucede es imposible estar al aire libre, además el polvo queda en todos los sectores de la posada”, aseguró.
Agregó que en varias ocasiones los turistas tuvieron que abandonar la posada a las pocas horas de haber llegado al lugar debido a la polución en el sitio. “Tenemos varias reservas que estamos cancelando. Las personas que trabajan conmigo van a quedar sin empleo”, explicó.
Ante esta situación dijo que el lugar va a permanecer cerrado y está analizando ver qué acciones legales tomar ante las instituciones correspondientes.
Viento sur
Una de las calerías que se encuentran en las proximidades de la posada Karakara es la que actualmente está usufructuando Betty Monzón. Esta señora dijo a ABC Color que hace seis meses está utilizando el horno, que pertenece a otra persona, y que el humo va hacia la posada cuando se registra viento sur.
Dejó en claro que si existe una prohibición para que el lugar deje de fabricar la cal lo hará, pero también se debe tener la misma acción con las demás calerías.