Las cestas de mimbre llenas de chipa, el humo con olor conducente a la butifarra y asadito, las imágenes de la Virgencita de barro protegidas con el hule plástico esperando al peregrino comprador que adornan los rincones de cada local comercial, de ese comerciante que mantiene la fe, las esperanzas y la revancha con una sonrisa que replica su rostro detrás del cubre bocas. Ese es el panorama que se aguarda en la capital espiritual, ya a un mes y monedas del inicio del novenario de la Virgen de Caacupé.
Existen rubros tradicionales como la venta de imágenes de la Virgen que uno puede adquirir desde G. 3.000 hasta precios que oscilan los G. 300.000, las botellas de plástico para el agua bendita, las pantallitas para soplarse por el calor de diciembre, suelen ser alguno de los objetos más solicitados por los devotos.
Según Rodolfo Vicesar, “al menos desde agosto, durante la misa de los domingos ya se registran ventas significativas para el rubro, eso nos da la idea de que volveremos a tener buenas ventas este año durante las fiestas, normalmente se logra vender alrededor de 50 millones de guaraníes”.
No olvidemos que para aplacar el hambre se encuentran la tradicional chipa paraguaya, que como según cuenta doña Máxima Noguera que hace 36 años vende la chipa al lado de la basílica y espera que este año “haya un repunte de ventas, para así poder pagar las cuentas que ha dejado la cuarentena, ya que en los días entre diciembre y enero se suelen recaudar más de G. 4 millones, y es un oxígeno importante para la economía del año”.
Las veredas de comerciantes también están ocupadas por los artesanos locales que exhiben los trabajos de repujados en cuero, artesanías de mimbre, de madera y de cerámica, todos palpitando lo que serán esas fechas claves del novenario que en total suele recibir a más de 2.000.000 de católicos, que cuyo inicio de actividades comenzaran desde el 28 de noviembre.