Las mujeres, el feminismo y la agroecología

El feminismo campesino y popular nace a partir de la participación de las mujeres, y es ahí donde el feminismo y la agroecología se complementan entre si. “Nuestra realidad como mujeres campesinas es la participación en la agricultura, pero no se nos visibiliza en esa labor, no se valora nuestro trabajo y es ahí donde entra la agroecología para evidenciar nuestros aportes en la defensa de la tierra, el territorio, el agua, y la conservación de las semillas”, señala Rosa Toledo, residente en el distrito de Liberación, San Pedro.

La lideresa Rosa Toledo, proveniente del distrito de Liberación, San Pedro.GENTILEZA
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Rosa Toledo, del distrito de Liberación, San Pedro, afirma en esta entrevista que el feminismo no se puede separar de la agroecología, principalmente el feminismo campesino y popular, que es la línea de la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri, dentro de lo establecido por la Vía Campesina. “Feminismo y agroecología se complementan, más bien. El feminismo campesino y popular nace a partir de la participación de las mujeres en la Vía Campesina, no se escuchaba su voz como tal, por más que asistían y aportaban al debate, no se las visibilizaba. Entonces las mujeres se juntaron y nació la articulación de mujeres Vía Campesina. A partir de ahí se construye el feminismo campesino y popular”.

La agroecología ayuda a las mujeres campesinas a evidenciar sus aportes en la defensa de la tierra, el territorio, el agua, y la conservación de las semillas.

Además, comenta Rosa que este feminismo es uno propio de las mujeres de la clase trabajadora del campo, ya se trate de campesinas, indígenas, artesanas, pescadoras, recolectoras; es popular porque es una construcción colectiva que nace de las luchas, de las ideas, del pensamiento de las mujeres de base, en los territorios, no siguen una línea política trazada por alguna escritora o pensadora en particular, sino que se cimienta en la realidad y las necesidades de las mujeres del campo.

“Nuestra realidad como mujeres campesinas es la participación en la agricultura, pero no se nos visibiliza en esa labor, no se valora nuestro trabajo. Ahí es donde entra la agroecología para evidenciar nuestros aportes en la defensa de la tierra, el territorio, el agua, la conservación de las semillas, el reclamo justo contra el acaparamiento y el extractivismo, el repudio contra el uso masivo de agroquímicos. Frente a todo eso la agroecología reconoce la huella feminista en el momento de defender los bienes naturales, en la producción de alimentos saludables y diversos”, dice Rosa Toledo.

Existen cuatro dimensiones

Según la campesina Rosa existen cuatro dimensiones que no deben ir por separado, pero la sociedad y la educación hacen que vayan por separado. “Lo primero es la cultura y la relación entre lo humano con la naturaleza y de los seres humanos entre sí. En la sociedad actual, el ser humano vive como si no formara parte de la naturaleza, dicen que la naturaleza por sí sola no puede satisfacer todas nuestras necesidades y por eso se produce la deforestación, todo lo que implica el modelo de producción vigente”.

Lo segundo es la vinculación existente entre el campo y la ciudad: “creemos que lo que pasa en el campo no tendrá efecto en la ciudad y no es así, si el campo no planta la ciudad no come, por eso es importante la implementación de políticas públicas y también alternativas válidas que salen de lo institucional, como el comercio justo, el énfasis al mercado local para que el productor y el consumidor generen un encuentro y dialoguen, para que esa comunicación sea permanente y se pueda fortalecer la agricultura tradicional en esa unidad”.

Apoyando a la comunidad Camba Cuá, en la realización y ejecución de una huerta urbana.

Lo tercero es reconocer el trabajo femenino frente al pensamiento de que solo el hombre es el que trabaja la tierra y produce alimentos, esto es una forma de negar el aporte de las mujeres en la economía del hogar, las mujeres son las que guardan semillas, las que recuperan especies, sin ese aporte la agricultura nunca se hubiera desarrollado. La última dimensión sería la relación entre teoría y práctica, creemos que muchas veces los profesionales no respetan los saberes y la experiencia de las campesinas y ahí es donde más se aprende, de ahí nace la ciencia, de lo empírico, la observación” recalca Rosa.

Según comentan, la organización Conamuri se declara hoy día partidaria del feminismo campesino y popular, pero no siempre fue así, a medida que el tiempo transcurría fueron agregando elementos al debate y a la lucha sostenida contra la violencia de género y el reconocimiento de las mujeres dedicadas a la labor agrícola. Los resultados de las capacitaciones y de los espacios de articulación tuvieron mucho que ver en este viraje ineludible casi. “Los momentos de encontrarnos y formarnos son los que generan oportunidad para analizar la realidad, desde la recuperación de las semillas o el trabajo en las huertas, todos estos procesos donde están involucradas las mujeres”.

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