Según Agustín Barúa “nos referimos a violencia moral en el sentido de que cuando uno entiende que las ideas de uno necesariamente son mejores y superiores que la de los otros, nos colocamos en un lugar de superioridad y nos cuesta mucho poder escuchar las diferencias”.
Para Barúa, “colocamos al otro como totalmente malo, nos cuesta mucho revisar autocríticamente y esto lo vemos en muchos contextos dentro de la sociedad cuando hablamos de deportes, de ideologías y de cuestiones concretas que emergen en la vida cotidiana. Nos colocamos en lugares moralistas, donde pretendemos, por otro lado aconsejar a la gente, el consejo no solicitado es una forma de violencia moral y también es una invasión una colonización de la mirada del otro”.
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En la visión del siquiatra este tipo de comportamientos genera muchas tensiones en las relaciones, muchas disputas muchos enfrentamientos porque los “moralismos” rompen los vínculos al pretender imponer un criterio al tener poca capacidad no solo de escuchar al otro si no de poder repensar la propia mirada, la propia perspectiva que tenemos.
Conexión y maniqueísmo
“Eso es un poco el tema y yo lo conecto porque parte de una cuestión testimonial, yo vengo siendo una persona muy moralista en ese sentido de pretender que la gente entienda como yo, pienso como yo. Se discipline a lo que yo considero correcto con mucha capacidad de juzgar. Creo que es un examen para poder revisarnos cada quién y ver un poco si nos sirve de alguna manera, si estamos teniendo esas prácticas en algún vínculo, en algún contexto particular o en general”, sostiene.
Barúa también menciona el tema del “maniqueísmo”, que dentro del moralismo se construye una lógica por la que si no estás de mi lado estas en contra mía presionando sobre las posiciones intermedias.