El templo de San Joaquín se viene abajo en cualquier momento, ante la inexplicable desidia de la administración de Mario Abdo Benítez.
La responsabilidad de intervenir para salvar el templo compete al ministro Arnoldo Weins, titular del Ministerio de Obras Públicas.
El problema es que nadie mueve un dedo en el gobierno para evitar la destrucción de un patrimonio que pertenece a la nación.
El templo de San Joaquín fue construido en 1746, por la misioneros jesuitas, antes de la expulsión de la orden de la provincia del Paraguay.
El templo de referencia es la única iglesia que aún funciona como parroquia jesuita en todo el mundo.
Ninguno de estos antecedentes sirve de aval para el Ministerio de Obras Públicas, secretaría de Estado que recibió en febrero pasado el protocolo de intervención para intervenir en la construcción.
El protocolo fue elaborado por la Secretaría Nacional de Cultura que tardo ocho meses en poner a consideración del MOPC tal documento.
El titular de la Secretaría de Cultura, Rubén Capdevila, tampoco demuestra mayor diligencie e interés en cumplir sus responsabilidades de preservar un bien de la nación, como es el templo de San Joaquín.
Nuevo urgimiento
En medio de la indiferencia gubernamental, en San Joaquín ya no saben a quién recurrir. Simplemente nadie los escucha.
Un par de semanas atrás organizaron una manifestación ciudadana en torno al templo. El clamar de la ciudadanía cayó en saco roto.
El 6 de junio último, la diócesis de Coronel Oviedo dio a conocer un comunicado a la opinión donde reclama la intervención gubernamental para salvar el templo.
El comunicado, firmado por monseñor Juan Bautista Gavilán, el cura párroco Miguel María Martínez, y el señor Noel Santos, presidente de la comisión pro restauración, recuerda a las autoridades nacionales el listado de leyes que obligan a la preservación del patrimonio.
Apelan al sentido de patriotismo de los funcionarios gubernamentales para intervenir en San Joaquín.
Un poco ingenuo esperar patriotismo de quienes llevan por lo menos tres años dilatando una restauración que se vuelve imperiosa con cada día que pasa.
Cada tormenta se convierte en un suplicio para los pobladores de San Joaquín, ciudad ubicada al norte del departamento de Caaguazú, porque no tienen la certeza de que la antigua construcción podrá seguir resistiendo.
Cómo bien expresa la diócesis “el templo se esta cayendo a pedazos”.