La iglesia de San Joaquín fue construida en el año 1746, por misioneros jesuitas. El templo conserva imágenes talladas por indígenas guaraníes, que aún mantienen las pinturas originales.
El 2 de setiembre de 2017 fue designada Patrimonio Nacional, según consta en la declaración número 634 de la Cámara de Diputados.
La iglesia de San Joaquín no es un patrimonio exclusivo de la ciudad: forma parte del acervo histórico de nuestra nación. Pertenece a todos y cada uno de quienes habitamos esta bendita tierra.
La histórica construcción tiene además otra característica: es la única iglesia jesuita activa como parroquia en el mundo. No hay otra.
Esta iglesia de extraordinario valor se está derrumbando. Se viene abajo por la desidia e irresponsabilidad de la Secretaría de Cultura, cuyo titular es Rubén Capdevila.
La Secretaría de Cultura tardó ocho meses, a lo largo de 2020, para elaborar el protocolo de intervención. Durante ese cuantioso y burocrático lapso se cayó parte del techo y el altar mayor se encuentra en serio riesgo de destrucción así como la estructura edilicia.
Para salvar las imágenes que están dentro, los vecinos de San Joaquín se organizaron y comenzaron a mudarlas en la casa parroquial, donde están lo mejor ordenadas posible, en un espacio reducido y que no es el adecuado para su conservación.
Inacción indignante
La empresa de construcción Barrail Hnos. ofreció en forma gratuita su apoyo para apuntalar las paredes. Sin esta iniciativa, el templo ya se hubiera venido abajo hace por lo menos seis meses, a causa de los azotes causados por las lluvias.
Resulta indignante la inacción de Rubén Capdevila Yampey. En circunstancias como estas surge la pregunta:
¿Vamos a dejar que se venga abajo una iglesia construida en 1746, repleta de tallados indígenas que aún conservan su pintura original?
Y ahora en el MOPC...
En diciembre de 2020, el ministro Rubén Capdevila Yampey entregó al Ministerio de Obras Públicas el protocolo de intervención para la iglesia de San Joaquín, luego de tardar ocho meses en su redacción.
Como el documento llegó en diciembre se perdió el código identificador presupuestario, requisito indispensable para que el Ministerio de Hacienda transfiera los fondos para las tareas de restauración.
Pasaron cuatro meses y el MOPC sigue sin disponer del código presupuestario. Cuatro meses es mucho tiempo para una iglesia de 1746 que está a punto de derrumbarse. ¿Qué van a decir cuando se venga abajo?
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