Para cuando llegó la madrugada del 1 de marzo de 1870, la Guerra de la Triple Alianza técnicamente aún no había terminado pero su desenlace ya estaba definido, lo había estado desde meses antes.
Durante el año anterior, las fuerzas aliadas fueron destruyendo sistemáticamente las fuerzas comandadas por el presidente paraguayo, el mariscal Francisco Solano López, haciéndolas retroceder y ocupando cada vez más territorio nacional. La victoria aliada en la batalla de Lomas Vantentinas, en diciembre de 1868, les allanó el camino hacia Asunción, y en enero de 1869 – previa intimación al mariscal López a que se rinda, intimación que fue rechazada por el mandatario que escapó a Cerro León - los aliados finalmente ocuparon la capital paraguaya, que pronto albergaría a decenas de miles de soldados brasileños, argentinos o uruguayos, y sería sujeta a saqueos generalizados.
Los últimos vestigios de las fuerzas de combate de López dieron continuidad a las hostilidades en un último año de enfrentamientos desiguales con fuerzas superiores en números y armamento que pasó a ser conocida como la “Campaña de Cordillera”.
Piribebuy se convirtió en capital provisoria de Paraguay hasta que en agosto de 1869 fue arrasada por las fuerzas aliadas. Días después, una fuerza de 3.500 paraguayos, muchos de ellos niños y adolescentes, fue aniquilada por una fuerza de unos 20.000 aliados. Fueron las últimas batallas de considerable envergadura en un conflicto que aún arrastraría a los pocos combatientes de López a una campaña de resistencia en los montes de Cordillera.
Para la madrugada del 1 de marzo de 1870, los aliados finalmente dieron con el campamento de López, que se encontraba acompañado de no más de 250 soldados y figuras notables como el vicepresidente Domingo Francisco Sánchez, la pareja del mariscal López Eliza Lynch y el hijo de ambos, el recién promovido coronel de 15 años de edad Juan Francisco “Panchito” López, además de un número de civiles.
El general brasileño José António Correia da Cámara, al mando de una fuerza de 4.000 efectivos, acabó sin mayores dificultades con la fuerza de resistencia paraguaya. El vicepresidente Sánchez fue abatido en la refriega, y el mariscal López, habiéndose rehusado una vez más a rendirse, fue herido de gravedad por la lanza del cabo brasileño José Francisco Lacerda, también conocido como “Chico Diabo”.
Asistido por sus soldados restantes, el mariscal logró llegar hasta el cauce del río Aquidabán, donde ya no pudo seguir debido a la dificultad del terreno y la gravedad de la herida en su abdómen.
Allí fue de nuevo alcanzado por soldados aliados, y al negarse una última vez a rendirse fue abatido.
También su hijo, el coronel “Panchito” López, caería ese día, negándose como su padre a rendirse cuando los aliados intentaron tomar a los civiles que acompañaban a las fuerzas de López como prisioneros. Acabó siendo fusilado frente a su madre.
Así terminó la guerra más sangrienta de la historia reciente del continente americano, en un día que pasó a denominarse el “Día de los Héroes” en Paraguay, en recordación no solo de los fallecidos ese día, sino los que dieron su vida durante el brutal lustro que duró el conflicto.
Un conflicto que llegaba a su fin hace exactamente 151 años.