Pese a que transitamos la pandemia hace casi un año y los números negativos van en aumento, aún hay quienes se niegan a ver la gravedad del asunto. Félix admite haber sido uno de ellos. En una entrevista brindada ya en el calor de su hogar, este hombre, padre de tres hijos, rememora cómo transitó el peor momento de su vida.
Félix asume que minimizó los síntomas y que, de hecho, cuando estos aparecieron, él se aferró a su vida normal, mientras el virus comenzaba a lastimar su cuerpo sin que pudiera percatarse. “Fue un pequeño resfrío al que yo no le di importancia”, dice al recordar esos días.
Fue su esposa Marta, quien al ver a Félix cada vez más desmejorado, tomó la decisión de llevarlo al médico. El cuadro había evolucionado hasta una neumonía bilateral y la causa para los médicos era evidente. El test dio positivo a SARS-CoV-2 y Félix ya precisaba atención especializada, por lo que tuvo que ser trasladado con urgencia desde San Ignacio, Misiones, hasta el Hospital Nacional de Itauguá.
Con un pronóstico sumamente pesimista, el calvario de la familia recién comenzaba. Félix fue ingresado en la semana de Nochebuena y mientras él luchaba por su vida, su familia resistía a la incertidumbre y los innumerables gastos que generaba la internación en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Marta, su compañera de vida, lo esperaba afuera del hospital. “Se sufre bastante a la par que el paciente, porque no sabemos cómo va a ser el desenlace”, cuenta la mujer.
En San Ignacio, sus hijos se vieron obligados a cumplir la cuarentena y resignarse a pasar la Navidad separados y expectantes de alguna novedad que alimente su esperanza. Pero las noticias no iban a ser buenas. “El doctor pidió que cada uno grabemos un audio y le enviemos porque le iban a hacer escuchar a mi papá que iba empeorando cada vez más”, recuerda Paola, la hija mayor de Félix.
Pero “Cacho”, como conocen a Félix en su comunidad, conseguiría revertir el primer pronóstico. Poco a poco el tratamiento comenzaba a hacer efecto en el organismo de este hombre que considera que su hábito deportivo también contribuyó a que el cuerpo aguante.
Otro factor que Félix considera preponderante en su evolución fue la fe. Manifiesta que cuando los dolores se hicieron insoportables, prefirió morir, pero eso cambió radicalmente cuando comenzó a sentirse acompañado de una presencia que no logra describir, pero que le brindó la tranquilidad que necesitaba para seguir dando pelea. Félix cuenta que se encomendó a la beata Chiquitunga.
Fueron casi 20 días. Una eternidad para esta familia, que antes de que todo comenzara estaba planeando las vacaciones. El 7 de enero a Félix le retiraron el tubo que lo ayudaba a respirar y al día siguiente pudo, a través de una videollamada, saludar a sus hijos, un momento que quedó inmortalizado en las cámaras de ABC TV. Una nueva etapa comenzaba para los Álvarez que ahora debían aguardar a que Félix se recuperara totalmente y así volver a casa.
Un gasto de G. 25 millones
Una vez fuera de Cuidados Intensivos, la mejoría de Félix fue constante, pero el hombre era consciente de que su familia había gastado todo lo que tenía, por lo que rogaba a una de sus médicas poder terminar el tratamiento en su casa, ya que más días de internación requerían más dinero.
“Ndoroguerekovéimako ni un guaraní, ya rosóma”, le expresó Félix con sinceridad a la doctora. El hombre estima que hasta esa fecha su familia ya había gastado unos G. 25 millones y que si no le hubieran firmado el alta esa semana, la suma habría trepado aún más. En ese sentido, afirma con contundencia: “Si vos no tenés dinero, te vas ahí y no volvés sano (...) si no tenés dinero, no hay posibilidades”.
Hoy, todavía con algunas secuelas de su paso por la UCI, Félix se sabe afortunado. Reconoce que la historia podría haber sido otra y trata de crear consciencia: “No se dejen engañar como yo me engañé a mí mismo. Esto me ocurrió por mi terquedad, no creí en esa enfermedad, dije que no existía”.
“Una persona maravillosa”
Félix Álvarez está agradecido con cada persona que estuvo a su lado en este trance, pero hay un nombre que no va a olvidar nunca: Diego Toledo, el médico jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos. Félix, con un brillo especial en la mirada, lo recuerda como “una persona maravillosa” que estuvo a su lado, velando por su mejoría y asegurándose de que jamás se sintiera solo. Cree que el gesto que tuvo el profesional, de acercarlo a su familia a través de la tecnología, fue el impulso que necesitaba para seguir luchando. “Cuando yo le vi a cada uno de ellos, ahí dije tengo por quién vivir”.