Los Pãi Tavyterã son una de las 19 etnias indígenas que pueblan el territorio nacional. Agricultores-recolectores, religiosos y amantes de sus tradiciones, viven en comunidades. Conforman un poco más de 75 grupos diseminados en su mayoría en zonas de serranías del Amambay, y una parte muy reducida en el límite de Concepción. Son aproximadamente 15.000 nativos.
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Los Pãi, como se los conoce, son recolectores y cazadores. Dominan su territorio, que aprovechan para la práctica de la agricultura. Consumen el fruto de sus esfuerzos y no conocen la mendicancia. Todos están obligados a trabajar; esa es la enseñanza actual que les trasmite cada cacique o líder a los niños, niñas y jóvenes.
Más allá de esta actividad diaria, esta etnia es religiosa por excelencia. Es normal verlos cantar, danzar y orar; rituales que son dirigidos por el “oporaiva” (líder religioso o pãi rubicha). A él lo consideran un iluminado, y no está en su creencia desobedecerlo.
El oporaiva agradece a Dios por el día que amanece y luego ora por la salud y la abundancia. En sus ritos utiliza collares de colmillos, vinchas de plumas de kanindé y el “hyakua” (un fruta resecada que al agitarla genera ruido) y danzan en medio de un círculo, a medida que implora la gracia del creador del universo para los miembros de la comunidad, que lo rodean.
El líder religioso también acostumbra recibir a los visitantes con una danza y la oración para una buena estadía.
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Cosmovisión
Para los nativos, el pãi es el centro del universo. Este universo que tiene su origen en el Jasuka Venda (Cerro Guasu). Según su creencia, el Supremo creó el universo a partir del Cerro Guasu y de allí surgió el indígena pãi y la humanidad. La serranía es sagrada para ellos. La mayoría de sus comunidades tienen a la vista a un cerro, elevaciones que abundan en el departamento de Amambay.
Los pãi atribuyen las catástrofes naturales a la destrucción de los montes, y especialmente a los atropellos que sufren los cerros.
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Modernos "espejitos de colores”
El trabajo es una obligación para los nativos aptos para la labrar la tierra. Les gusta igualmente la pesca en los ríos y arroyos de la zona. Acostumbran recolectar frutos de los montes y hoy, muchos jóvenes, han incorporado a sus costumbres las changas que les permiten ganar dinero. Entonces, salen a trabajar a las estancias atraídos principalmente por la tecnología que ofrece la sociedad de consumo.
Los que acceden a estos trabajos usan sus ganancias para comprar teléfonos celulares, radios, motos y otros artefactos que les llaman la atención. Esta obsesión por lo “mundano” “o lo tecnológico” hace hoy que muchos de ellos figuren como morosos en Informconf, porque al no tener un salario seguro, se retrasan en los pagos de las cuotas.
Ritos iniciáticos
El “mitapepy” es un ritual para la iniciación de los jóvenes. Dura un mes y se realiza dentro del “oga jekutu”, una amplia choza con techo de paja, donde pueden entrar varias personas. Allí los jóvenes: chicas y varones participan de ritos con el oporaiva, quien les orienta para enfrentar los desafíos del mundo. Se internan los que han sobrepasado los 13 años. Luego de días y de charlas, se les practica el rito del “tembetá”, que consiste en hacer una perforación de la piel bajo los labios y luego son lanzados a la comunidad para formar pareja, trabajar y tener acceso a la porción de la tierra comunitaria.
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Algunos jóvenes acostumbran ir a otras comunidades de la etnia a buscar parejas. Llegan allí y luego de conocer a quien eligieron como compañera, piden por ella a los padres y al oporaiva y se la llevan consigo. Aquellos que tienen hijos retornan luego a la comunidad y los dejan con los abuelos porque los padres deben trabajar para sobrevivir. Los visitan cada vez que la ocasión lo permite.
Los pãi son indígenas maravillosos, pacíficos, trabajadores y muy solidarios, agredir a uno de ellos es como atentar contra la comunidad. Son respetuosos y con espíritu de superación.
En ellos se encarnan los valores éticos y religiosos que les inculcan sus líderes y que se resumen en que la superación solo se puede alcanzar con el sacrificio del trabajo.