Se trata del felino más grande de América, el predador más importante en su hábitat, explica Laura Villalba -bióloga, actualmente coordinadora del Programa de conservación de Especies dentro de la Wildlife Conservation Society (WCS) y lidera un programa de Conservación de Jaguares en el Chaco Paraguayo, para la misma organización-.
La experta se explaya narrando que alguna vez la población de la Panthera onca o yaguareté fue abundante, pero actualmente se encuentran bajo una amenaza crítica de supervivencia en su hábitat natural. “No hay un número preciso para determinar la cantidad de individuos que aún quedan, esos estudios poblacionales llevan tiempo y mucho esfuerzo, y a pesar de los esfuerzos que se han realizado aún no pudo determinarse de manera absoluta un número definitivo de individuos en nuestro país. Podemos suponer una población de entre 400 a 500 individuos (siendo optimistas)”, relata.
Los jaguares han perdido más del 50 % de su territorio en el mundo, y en nuestro país la pérdida de hábitat, cacería de sus presas, y la matanza indiscriminada de individuos los están llevando al borde de la desaparición, dice la experta y añade que ya casi no queda tiempo para esta especie. Los esfuerzos de conservación de los mismos permanentemente están en lucha contra la velocidad con la que se los mata, agrega.
Esta especie de gatos requiere de áreas muy grandes (entre 50 a 500 km²) para desarrollar todas sus necesidades básicas (encontrar alimentos, refugios, formar parejas, reproducirse), explica. “Para mantener una población saludable se requiere de grandes territorios, bosques continuos para sobrevivir. En nuestro país, su área de distribución ocupa aún todo el Chaco paraguayo y unas pocas áreas en la región oriental. Entre las fronteras de Bolivia y Paraguay existe una inmensa área de 120.000 km², que abarca el territorio entre las mayores áreas protegidas de ambos países, denominada Unidad de Conservación del Jaguar (UCJ) del Gran Chaco. Es allí donde la Wildlife Conservation Society (WCS) centra sus esfuerzos de conservación de esta especie. Y actualmente la WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) desarrolla esfuerzos en el Bosque Atlántico para la conservación de los bosques remanentes que ayudarían a conservarlos en la región oriental”, aclara Villalba.
Procurar la conectividad de estas áreas boscosas y las áreas de reservas de propiedades productivas representa un esfuerzo viable para estas poblaciones a nivel regional, pero la situación actual de esta especie en el Paraguay muestra que donde hay ganado y grandes felinos ambos corren peligro de muerte, básicamente porque comparten el mismo territorio, manifiesta la bióloga. “Los felinos atacan al ganado y en represalia los propietarios del ganado matan a los felinos. Esta dinámica es tan común en toda el área de distribución del jaguar, que junto con la pérdida de hábitat por deforestación y la disminución de presas naturales ha puesto en peligro las poblaciones de jaguares no solo en Paraguay sino en toda su área de distribución”, advierte.
Desaparición de los bosques, una de las principales amenazas para el yaguareté
Los bosques son los ecosistemas más biodiversos del mundo; en el caso concreto del Paraguay, el Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAPA) tiene más especies de plantas y animales que cualquier otro ecosistema de nuestro territorio, explica Raúl Rivarola, biólogo máster en Bosques y Medios de vida, Silvicultura tropical y Gestión. Una de las primeras y principales causas de la deforestación es la pérdida de biodiversidad, afirma, y además es la que puede resultar irreversible. “La pérdida de especies de plantas y animales que tienen el potencial de mejorar la calidad de vida de las personas el día de mañana es una preocupación a nivel global: en los bosques del Paraguay existen plantas con potencial alimenticio, medicinal e industrial. Solamente el uso racional de los recursos naturales puede asegurar su permanencia y recuperación”, enfatiza.
El experto sostiene que en un paisaje rural dominado por los sistemas productivos agropecuarios, los remanentes de bosques incluidos dentro de las exigencias legales del 25% de reserva obligatoria y de la protección de todos los bosques ribereños cumplen con varios servicios ecosistémicos que repercuten al final en la economía y en el bienestar de la población paraguaya, tales como la protección ante la erosión y sedimentación de cauces, el aumento de la resiliencia del paisaje productivo ante los efectos negativos del cambio climático, crecimiento en cuanto a la cantidad y calidad del agua infiltrada al suelo que recargan los acuíferos, y además repercuten en el microclima disminuyendo la temperatura, y mejoran la calidad del aire. “Si estos bosques desaparecen, se pierden todos estos servicios ecosistémicos tan importantes”, sentencia Rivarola.
Acciones a ser tomadas en cuenta
Entre las áreas silvestres protegidas (ASP) son prioritarias las de carácter público, porque las privadas pueden cambiar de dueño y dejar de ser reservas en cualquier momento, dice el biólogo y sugiere que para una mejor y eficiente gestión de esas áreas se necesitan más recursos para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Paraguay (SINSIP) del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES). Se precisa también la adquisición de todas las tierras privadas incluidas dentro de las áreas silvestres protegidas de carácter público; la restauración de los bosques ribereños protectores -para que actúen como corredores biológicos que conecten la biodiversidad de las áreas entre sí- y agrega la lucha contra la pobreza rural endémica de las poblaciones locales de campesinos e indígenas en las áreas de influencia, para que no tengan la necesidad de caer en actividades ilícitas que deriven en detrimento de la biodiversidad. Así también el experto señala la importancia de la educación ambiental y el empoderamiento de las comunidades locales: hacerlos sentir que son partícipes y dueños de los recursos naturales y de las áreas silvestres ya que, al fin y al cabo, todas y todos los paraguayos deberíamos cuidar celosamente nuestros recursos naturales, puesto que nos pertenecen, dice.
Así también todos los ciudadanos podemos hacer algo para evitar la deforestación descontrolada en nuestro país, manifiesta Rivarola y da ejemplos como cumplir con las leyes ambientales y forestales y denunciar irregularidades cometidas contra las mismas, consumir menos productos derivados del ganado vacuno -definitivamente consumir menos asado, ya que tanto el carbón como la carne provienen de la deforestación que sigue arrasando con los bosques chaqueños-, concienciación ciudadana sobre la importancia de los bosques, consumir productos derivados de sistemas productivos respetuosos con la naturaleza y evitar consumir aquellos que vengan de la deforestación descontrolada o ilegal.
Zonas más amenazadas
El Bosque Atlántico del Alto Paraná y el Cerrado de la Región Oriental son probablemente los ecosistemas más amenazados del Paraguay, comenta Rivarola. “De la superficie boscosa original del BAAPA, ya queda menos del 15 %. La mayor parte de las áreas que alguna vez ocupó este ecosistema ahora son monocultivos y pasturas del agronegocio. Es muy probable que muchos animales y plantas que habitaban nuestro BAAPA se hayan extinguido sin siquiera haberlos conocido. Para colmo, la mayoría de los bosques se encuentran en remanentes aislados y pequeños. Ya no tienen el tamaño adecuado como para mantener poblaciones de especies sensibles a los cambios del bosque, así también, cada día pierden más la conexión entre sí, impidiendo esto el intercambio genético necesario para evitar la degradación paulatina y sistemática”, explica.
Gran parte del Cerrado, un ecosistema muy biodiverso de tipo sabana arbolada, pasó a convertirse en tierras de monocultivo o pasturas, o se encuentran muy degradados por el ingreso de pastos africanos agresivos e invasores introducidos para la producción ganadera extensiva y semiextensiva, describe Rivarola. “Solo por dar un ejemplo: los campos naturales de tipo Cerrado de Itakyry, del Alto Paraná, tienen las últimas poblaciones del mundo de una palmera acaule enana tipo jata´i que se denomina Butia marmorii. Estas poblaciones silvestres están por desaparecer por culpa de la degradación de los campos por el ingreso del pasto Urochloa brizantha, de origen africano”.
En cuanto al felino objeto de estudio en este artículo, no es muy exigente en lo que a tipos de bosques se refiere, sentencia el biólogo y explica que el yaguareté antiguamente habitaba casi cualquier ecosistema paraguayo, tanto del Chaco como de la región Oriental. “Para mantener poblaciones sanas y sostenibles, son necesarias grandes porciones de bosque protegidos, y conectadas entre sí”, dice y, al igual que la bióloga Laura Villaba, afirma que para la protección de esta especie es necesario crear conciencia ciudadana y educación ambiental para que los productores no la vean solamente como una potencial amenaza para su ganado.
Estrategias para la conservación de jaguares
Un programa de conservación de jaguares requiere de un conjunto de acciones para que funcione y necesariamente la inclusión de varios sectores que tienen que formar parte de la solución. En el Paraguay varias organizaciones y profesionales ya se encuentran desarrollando e implementando estrategias para la conservación de jaguares, que van desde el monitoreo de poblaciones de jaguares y sus presas, hasta programas para disminuir la pérdida de hábitats y la cacería indiscriminada, así también están en marcha programas de educación ambiental y un sinfín de investigaciones científicas de la especie, comenta la bióloga Villalba.
La experta agrega que en áreas de conflicto, según el plan de manejo, también se podría implementar una actividad denominada “traslocación” (que básicamente consiste en capturar al jaguar con dardos adormecedores y, dormido, trasladarlo a otro sitio, lejos del área de conflicto), pero explica que esta práctica en nuestro país no es tan viable, por varios motivos. Uno de ellos, argumenta la bióloga, es que no existen suficientes sitios “nuevos” a donde puedan ser llevados. Por otro lado, prosigue Villalba, si no se los lleva lo suficientemente lejos estos volverían a caminar los kilómetros necesarios para volver a su lugar inicial, por lo que todo esfuerzo sería en vano. Si el felino se quedase en el nuevo sitio, posiblemente volvería a predar ganado de otros sitios y el problema continuaría, además, la traslocación es un procedimiento caro, dice Villalba. Para el efecto se tendrían que incluir veterinarios, perros especializados para cercar a los jaguares, equipos para disparar dardos, jaulas especializadas para asegurar un buen traslado y costos de logísticas muy altos, dice.
La situación crítica del jaguar en Paraguay requiere de nuestros esfuerzos para mantenerlo en su hábitat natural, “llamarlo “problema” sería un error catastrófico para la subsistencia de una especie tan emblemática como esta”, asegura. Estas traslocaciones deberían programarse bajo un riguroso fundamento técnico/científico que determine cuándo son necesarias, pero estos serían casos muy específicos y como última alternativa para salvar la vida de un individuo de jaguar, manifiesta la experta en la citada especie.
Leyes de protección al yaguareté
En nuestro país tenemos una Ley de Protección del Yaguareté, Ley 5302/14, pero en varios artículos presenta una discordancia con los objetivos de conservación de la especie, denominándolo una amenaza o peligro, explica Villalba. “Esto solo pudo haber surgido por una falta de visión de la realidad, ya que las áreas productivas se instalaron en las áreas naturales de distribución del jaguar. Estos conflictos no se pueden solucionar sacando a los jaguares de su área de distribución, excepto en casos muy puntuales (animales muy viejos o heridos y que están disminuidos en sus capacidades físicas para cazar sus presas naturales, etcétera)”, explica la especialista en el tema.
La bióloga insiste en que es primordial que el Paraguay tenga su propia mesa técnica/científica para determinar cuándo un individuo podría ser traslocado, ya que esta debería ser la última opción posible, teniendo en cuenta que es una técnica muy invasiva. “Disminuir esos conflictos forma parte de las estrategias de conservación a nivel mundial; simplemente sacarlos de sus hábitats no representa una solución para las poblaciones de felinos. Para proteger de verdad a los jaguares tendremos que primero intentar cambiar las cláusulas de la Ley; mientras no se haga eso no hay manera de asegurar que estamos cumpliendo los compromisos asumidos por el país para la conservación de especies en peligro”, dice.
Propone además trabajar en la reglamentación de la Ley 5302/14 y definir en dicha reglamentación las características que debe tener un refugio, porque estos también son herramientas que, eventualmente y cuando sean necesarios, serán importantes como parte de los esfuerzos de conservación. “El establecimiento de un refugio está propuesto en el Plan Nacional de Manejo pero no están definidas las especificaciones técnicas necesarias para la aprobación de estos refugios”, agrega.
Hacia una convivencia con los jaguares
“Todos podemos ser parte de la solución, desde donde nos toque vivir la vida”, dice Villalba. Los ganaderos pueden tomar decisiones para una convivencia con los jaguares; esta coexistencia es posible y se ha demostrado con trabajos y publicaciones de investigación, prosigue.
“Los políticos pueden ayudar a cambiar esta Ley y proponer políticas públicas más adecuadas para los jaguares. Podrían, además, buscar alternativas que sirvan de incentivos a los propietarios, que logran una coexistencia con los grandes felinos (valor agregado a la producción de la carne por ejemplo) y/o dirigir impuestos para un fondo de conservación de jaguares”, explica.
Existen muchas alternativas que funcionan en otros países, y los ciudadanos en general pueden formar parte de la educación, concienciación y apoyo a los esfuerzos de conservación de esta especie tan emblemática, para que nuestros hijos la valoren y nuestros nietos aún tengan la oportunidad de verlos libres a los yaguaretés en su hábitat natural, concluye.