Con la presencia del presidente Mario Abdo Benítez y la atenta mirada y aprobación de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, monseñor Valenzuela destacó la “dramática urgencia” de una justicia respetable y eficiente. “Si no, ¿a dónde recurrir para probar nuestra culpabilidad o inocencia? (…) Hace tiempo venimos reclamando un saneamiento de nuestros tribunales; es necesario que en nuestro país los jueces y fiscales recuperen credibilidad”, cuestionó, seguido de los aplausos de los miles de fieles presentes.
Añadió que ninguna paz es “estable” mientras la Justicia no sea “incorruptible, competente y eficaz”. “Si no, ¿a dónde acudiremos? ¿Volveremos a hacernos justicia por manos propias? La recta administración de la Justicia es la máxima aspiración del hombre. Somos testigos de la angustia de nuestros fieles que se sienten huérfanos ante una justicia que muchas veces no encuentran. Necesitamos el imperio de la justicia insobornable, de la igualdad ante la ley justa. Es urgente el respeto a la verdad y a la persona humana”, fustigó Valenzuela.
Parafraseando lo que dice la biblia, señaló que todos aquellos que “detestan su enseñanza” serán acusados y destituidos de su puestos. “Ñandejára, en el Salmo 49, dice: ‘Tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos’. Péa he’ise: Epoi katu, mba’e piko la tanto. ‘Esto haces –he’i Ñandejára Salmo-pe–... Esto haces ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara’. Ha upéi katu he’i, en Isaías: ‘Te destituiré de tu cargo y serás expulsado de tu puesto’. Ha jahecháko mba’éicha mbeguekatu asy oñekumpli ohóvo la palabra. Heta mba’e itujámava ho'áma ohóvo hína (Y ya estamos viendo cómo, poco a poco, se está cumpliendo la palabra. Muchos viejos ya van cayendo)”, señaló para volver a recibir una ovación de los fieles.
“El Señor nos llama, nos congrega y nos enseña, y con más razón y fuerza hoy, en el día de nuestra Madre, la Inmaculada, Ñande Sy Guasu de todo el Paraguay; para que con la ayuda de Ella, quien es también madre, nos despeguemos, desprendamos y soltemos las cadenas del egoísmo, de pequeños y grandes rencores, del individualismo que nos cierra y lleva a la falta de amor, de prejuicios que nos cierran y nublan la vista, pero especialmente de la deshonestidad. (...) A veces puede costarnos reconocer ante Dios los pecados, las debilidades, flaquezas y los errores; esas carencias no ayudan a lograr pensar y actuar con sinceridad de corazón; no nos permiten llamar a cada cosa o situación por su nombre. Ñandejapu’imi ningo (Somos un poco mentirosos)”, dijo.
Puso énfasis en la necesidad de la instalar la honestidad en cada estamento de la sociedad, pero principalmente en los gobernantes, y citó el texto del libro del Éxodo 18, 25: “Eligió de entre todo el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, y los puso al frente del pueblo, como jefes de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta, y jefes de diez”. "Upépe he’i Ñandejára: ja-elegikuaa va’erã (Tenemos que saber elegir)”, enfatizó al respecto.
Dijo también que si la deshonestidad se instala en la administración pública, no hay recursos que lleguen a programas de desarrollo y mejora de condiciones de vida del pueblo. “Grandes cantidades de caudales desaparecen por canales ocultos y mediante procesos más habilidosos, que son los llamados popularmente como concursos amañados. Péva la ojapovai la ñande pueblo rehe (Eso es lo que hace mal a nuestro pueblo)”, criticó.
Asimismo, dijo que la forma más "confusa y perversa de la deshonestidad es aquella que se identifica con la “viveza” y el honesto pasa a ser considerado como un “zonzo” que no sabe aprovechar las oportunidades. “Cuando mayor poder concentra un régimen en las manos de sus dirigentes, o un sindicato o coordinadora en sus líderes, tanto mayor es la tentación de la deshonestidad”, agregó.
“Sin honestidad, sin transparencia, sin pureza de intenciones y limpieza en las acciones ¿cómo vamos a construir el país que soñamos?”, exclamó monseñor Valenzuela. Citando el libro del profeta Zacarías, capítulo 8 versículos 16 y 17, culminó diciendo: “Estas son las cosas que deben hacer: digan la verdad unos a otros, juzguen con verdad y con juicio de paz en sus puertas; no tramen en su corazón el mal uno contra otro, ni amen el juramento falso; porque todas estas cosas son las que odio”.