“Se puede observar el bulto durante un tiempo para ver si desaparece. Si permanece, hay que acudir al veterinario para que haga una punción”, recomienda Juliane Glatz, del centro de veterinaria para animales pequeños de Neunkirchen-Seelscheid, en el oeste de Alemania.
“No se puede saber si algo es benigno o maligno solo con la palpación”, explica Martin Kessler, cofundador de la clínica veterinaria de Hofheim, en el centro del país, que también ofrece quimioterapia y radioterapia para animales con cáncer.
En el peor de los casos, el bulto es un cáncer, que puede extenderse si no se trata.
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La buena noticia es que esta enfermedad también puede tratarse con éxito en animales. “Ha habido avances considerables en el tratamiento, porque hoy comprendemos mejor las enfermedades tumorales y, por tanto, también podemos tratarlas mejor”, afirma Kessler.
El cáncer en animales y el grado de propagación
Antes del tratamiento, es necesario diagnosticar con exactitud el tipo de cáncer y su grado de propagación. Luego se elabora un plan terapéutico individual. Para algunos tipos de cáncer basta con la cirugía, que a veces se combina con quimioterapia o radioterapia.
La quimioterapia se administra mediante infusión, comprimidos o inyección. Como los animales tienen que estar muy quietos durante la radiación, se les anestesia.
“Esa anestesia es el menor de nuestros problemas. Llevamos haciendo irradiaciones desde 2001 y nunca hemos perdido un animal bajo los efectos de la anestesia”, informa Kessler. Pero también existen otras formas de tratar el cáncer. “Es muy individual”, sostiene el veterinario.
La terapia no suele ser tan estresante para un animal como para una persona enferma de cáncer.
El cáncer en animales y su calidad de vida
“El objetivo es diferente en veterinaria”, explica su colega Glatz, agregando que no se trata solo de prolongar la vida. “No queremos una mayor tasa de curación a costa de la calidad de vida”, comenta Kessler.
Por eso, en el tratamiento contra el cáncer se utiliza una dosis mucho menor de medicación. Los efectos secundarios deben ser los mínimos posibles.
Algunos animales no sufren ninguno, otros, sin embargo, vomitan, tienen diarrea o no quieren comer. “Al cabo de unos días, cuando el intestino se ha regenerado, los efectos secundarios cesan”, explica Juliane Glatz.
En general, el número de pacientes de cáncer en perros y gatos va en aumento. Esto se debe a su mayor esperanza de vida, porque los mecanismos de reparación de daños genéticos del organismo empeoran con la edad. “A mayor edad, mayor riesgo tumoral”, afirma Kessler.
Según la raza
En los perros, la raza también influye. Por ejemplo, según el veterinario, más del 90 por ciento de los pacientes con cáncer del lecho ungueal, el carcinoma de células escamosas, pertenece a la raza de perros de hocico mediano o largo.
Un Boyero de Berna, por su parte, tiene un riesgo 260 veces mayor de desarrollar histiocitosis maligna que un perro de cualquier otra raza.
Este cáncer se reconoce por alteraciones en los pulmones, el bazo, el hígado, los ganglios linfáticos y la sangre. “En perros grandes como el gran danés y el galgo, pero también en razas mixtas, son más frecuentes los tumores en los huesos, que son muy dolorosos”, explica la veterinaria Glatz.
En los gatos, los linfomas de la cavidad abdominal suelen ser de los tumores más frecuentes. Se manifiestan, por ejemplo, con vómitos y pérdida de peso.
En el gato
Sin embargo, la raza del gato desempeña un papel secundario, ya que hay relativamente pocos gatos con pedigrí. Según Martin Kessler, los gatos siameses están predestinados a ciertos tipos de tumores.
Los propietarios de mascotas pueden reducir el riesgo de cáncer de su amigo de cuatro patas con medidas similares a las de la prevención del cáncer en humanos, en concreto, una dieta sana, suficiente ejercicio y un peso normal.
Además, la esterilización previene el riesgo de algunos tumores, por ejemplo en las glándulas mamarias o los testículos.
“Por otro lado, también está la cuestión de si la castración favorece ciertos tumores”, señala Kessler, apuntando que hay indicios de que algunos tipos de tumores muy peligrosos se dan con más frecuencia en perros castrados.
La castración
Sin embargo, estos estudios proceden de Estados Unidos, donde muchos perros son castrados en el primer año de vida, a menudo incluso en los primeros seis meses.
“Todavía no se ha estudiado si esto es igual de cierto... (en regiones) donde la castración precoz es la excepción absoluta”, aclara Kessler.
El veterinario explica que, en el estado actual de la ciencia, no se puede recomendar que no se realice la castración por un posible aumento del riesgo de tumores.