A Böhnke le preocupa cuando los dueños de perros adultos sostienen que el más joven cuenta con la llamada “protección de los cachorros”, según la cual un perro mayor nunca le hace daño al menor. “Es un concepto peligroso”, señala la educadora canina. “No sé por qué todavía se piensa en esos términos, pero ¡la protección de los cachorros no existe!”, destaca.
Böhnke agrega que esta supuesta protección no la tienen los cachorros de hasta doce semanas y, desde luego, mucho menos los perros jóvenes de cuatro a seis meses. El límite de tolerancia está en la propia manada
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También el adiestrador de perros André Vogt quiere erradicar el mito de que los cachorros tienen una protección innata, por la cual los perros de corta edad tienen libertad de acción con sus congéneres adultos, porque estos toleran generosamente cualquier tipo de comportamiento. “¡Pero cuidado, puede acabar mal! No confíe jamás en que su cachorro pueda salir siempre sano y salvo”, advierte.
Los cachorros solo disfrutan de un mayor nivel de tolerancia dentro de su propia manada o con perros acostumbrados a las crías. Sin embargo, según el experto, no hay que tener miedo si el cachorro se encuentra con otros perros. “La inmensa mayoría de los perros que están con nosotros son agradables y están bien socializados. Además son muy cuidadosos con los cachorros”, apunta Böhnke y subraya que incluso entre los animales funciona el instinto de la ternura.
“Todas las especies perciben a las crías como inofensivas y dignas de protección. Incluso fuera de su propia familia, lo cual es probablemente una consecuencia de la domesticación”, explica. Los perros adultos también pueden odiar a los cachorros
No siempre hay que confiar que exista ese instinto positivo. “También hay perros que simplemente odian a los cachorros. Al igual que a alguna gente no le gustan los niños”, acota Böhnke.
Es muy probable que el dueño conozca a su mascota y perciba de antemano si puede surgir algún problema. “Por supuesto, no todos los perros adultos odian a los pequeños. Pero siempre aconsejo que cuiden a sus cachorros”, recalca Vogt.
Según el entrenador tiene sentido observar atentamente cómo se comporta el perro adulto. “Si tengo un mal presentimiento, debo proteger a mi cachorro y cuidar de que no le pase nada”.
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Un completo distaparate
Además, insiste en que la frase “lo solucionarán entre ellos” es un completo disparate. “Claro que se arreglan entre ellos, pero también hay que saber que eso tiene consecuencias”, remarca. Si se ve que el otro perro está tenso y molesto y que incluso podría pegar un mordisco, Vogt recomienda simplemente levantar al cachorro en brazos.
Aunque se trata de una acción controvertida, ya que algunos adiestradores aducen que esto podría incentivar que el cachorro tenga una conducta miedosa, Vogt lo avala. “Yo lo acepto, porque lo más importante es que el cachorro confíe en mí”. También su colega Böhnke adhiere a esta postura: “¡Retirarse a tiempo no es una desgracia!”.
Un ataque puede cambiar la vida del perro
Según Vogt, lo que puede desencadenar un ataque son sobre todo consecuencias psicológicas. “Una mala experiencia puede dejar huellas irreversibles en la vida de un perro”, destaca Vogt. Además, agrega que la relación de confianza que pudo establecer con el dueño también puede verse afectada.
“Desde el punto de vista del cachorro, su amo no ha hecho bien su trabajo. No lo ha protegido”, explica el adiestrador. Sin embargo, considera que es erróneo aislar a los perros o mantenerlos alejados de otros.
Por eso Böhnke aconseja llevar a los cachorros a las escuelas caninas en las que tienen contacto con perros adultos que se sabe que se llevan bien con los perritos. Cuanto más crecen los cachorros, más se encargan los perros adultos de su adiestramiento. “Pero siempre que sea comprensible para el can más pequeño y sin traumatizarlo”, advierte.
No obstante, de acuerdo con la especialista germana, en el camino hacia la edad adulta es importante que el animal también tenga experiencias desagradables. “De lo contrario, un simple gruñido podría darles pánico”, constata.
Por su parte, Patricia Lösche, presidenta de la asociación de consultores y entrenadores de comportamiento animal de Alemania, subraya que tener como amigo a un perro bien socializado y educado puede ser una bendición para los cachorros.
“El cachorro lo toma como modelo al menos hasta la pubertad, lo que puede ahorrar mucho trabajo a los dueños de las mascotas”, señala. Sin embargo, advierte que en caso contrario, si el perro adulto tiene un mal comportamiento, esto también se transmite en el animal más joven.