“Salí con mi familia y mis hijos. No llevábamos nada con nosotros excepto la ropa que llevábamos. No encontramos un coche, ni siquiera un burro”, relata a EFE este vecino de 55 años de la aldea de Aloub, en el este de Al Yazira, un estado que antes del estallido de la violencia acogía a miles de desplazados por la guerra.
Suliman explica que los habitantes de Aloub solo tuvieron media hora para evacuar la aldea antes de la “invasión” de las FAR, que han arrasado más de un centenar de localidades de Al Yazira y matado de manera “indiscriminada” a más de 1.200 civiles desde el pasado 20 de octubre, según organizaciones de la región.
"Caminamos a pie durante ocho horas hasta encontrar un pequeño camión que estaba lleno de gente. Después de un día completo, llegamos a la ciudad de Halfa, en el este de Sudán. Vimos horrores, cadáveres en las carreteras y heridos muriendo porque no hay atención médica", explica.
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El jefe de la organización ciudadana Conferencia de Al Yazira, Al Mubar Mahmud, asegura a EFE que las FAR han asesinado a “al menos 1.200 civiles y han herido a más de 2.000″ en este estado en las últimas semanas, lo que a su vez ha provocado el desplazamiento masivo de 400.000 personas que “continúa a diario”.
Según el representante, la violencia se desató tras la deserción del comandante de los paramilitares en la región, Abu Aqla Kikel, que el pasado 20 de octubre se unió a las filas del Ejército y dejó sin mando a miles de paramilitares que enloquecieron tras la “traición” de su líder.
El pánico invadió a los habitantes de Al Yazira, que se vieron obligados a huir a ciudades como Kasala y Halfa, más al este, o a Atbara, Al Damar y Shindi, zonas del norte de Sudán controladas por el Ejército que ya están sobrepasadas por la llegada de cientos de miles de desplazados por la guerra iniciada en abril de 2023.
Es el caso de Ibrahim Salmán, un joven de 34 años que tuvo que huir de la zona de Al Arayab, en el norte de Al Yazira, después de que las FAR asaltaran su aldea, la saquearan y cometieran todo tipo de crímenes “inéditos hasta en los libros de historia”.
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"Le pusieron un arma en la cabeza de mi hijo, que tiene seis años, y le pidieron a su madre que le entregara su oro. Se quitó lo que tenía puesto en el cuello, la mano y hasta las orejas", asegura desde Shindi, adónde huyó con su familia para escapar de una muerte segura.
Esta ola de brutalidad en Al Yazira ha hecho saltar todas las alarmas, e incluso la ONU ha denunciado que "los combatientes de las FAR dispararon contra civiles indiscriminadamente, perpetraron actos de violencia sexual contra mujeres y niñas, saquearon mercados y viviendas de forma generalizada y quemaron granjas".
Darfur, devastado
A su vez, los paramilitares han intensificado sus ataques contra la región occidental de Darfur, su principal bastión en Sudán, y han quemado unas 121 aldeas habitadas por la comunidad africana Zaghawa, de donde provienen la mayoría de combatientes de las Fuerzas Conjuntas aliadas al Ejército que intentan repeler el avance de las FAR.
El portavoz de esta agrupación de movimientos armados, Ahmed Husein, dijo a EFE que los paramilitares han matado a cerca de un centenar de personas, han quemado los cultivos y han obligado “a más de 40.000 a buscar refugio en Chad”, país fronterizo con Darfur.
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Asimismo, recordó que los paramilitares continúan asediando desde mayo Al Fasher, la capital de Darfur Norte y el último fortín del Ejército en esta devastada región, lo que ha provocado el desplazamiento adicional de 400.000 personas desde entonces, según datos de la ONU.
Según el experto de seguridad Osama Aidaroos, el plan de las FAR consiste en un “despliegue generalizado y acelerado” para hacerse con Al Fasher y, desde ahí, seguir avanzando hacia el norte para cercar Port Sudán (norte), el lugar más seguro del país y donde el Gobierno mantiene su sede desde el inicio de la guerra.
Por su parte, el general de brigada retirado Ibrahim Aqel Madibo, afirma a EFE que los paramilitares quieren minar la moral de la población y “deslegitimizar” al Ejército con estas escenas de brutalidad, que ya ha sido criticado en numerosas ocasiones por su incapacidad para proteger a la población civil.
El objetivo real es, según el exmilitar, “derrotar psicológicamente” al Ejército y “crear más pánico” entre una población hastiada tras un año y medio de guerra que ha dejado decenas de miles de muertos y ha obligado a más de 10 millones de personas a abandonar sus hogares.