En los centros médicos "gran cantidad de enfermedades están relacionadas con la diarrea o con la piel, totalmente conectadas con la falta de higiene", explica a EFE Raphael Macieira, que trabajó como responsable de higiene y saneamiento de Médicos Sin Fronteras en Gaza.
La falta de higiene y saneamiento, y también de vacunas, ha provocado el retorno de la polio a la Franja tras 25 años erradicada, con un primer caso detectado hace una semana en un bebé de diez meses; mientras que un brote de hepatits A afecta a más de 40.000 gazatíes.
Durante su primera rotación, entre marzo y abril, Macieira vivía en Rafah, que llegó a albergar 1,4 millones de desplazados y era el lugar desde el que operaban la mayoría de organismos humanitarios.
Todo cambió con la ofensiva israelí de mayo, que supuso el cierre del paso fronterizo hacia Egipto (por donde antes entraba la mayoría de la ayuda) y obligó a más de un millón de gazatíes a buscar refugio en la costa, en un puñado de zonas atestadas de tiendas de campaña a las que Israel se refiere, indistintamente, como el "área humanitaria" de Mawasi, Jan Yunis o Deir al Balah.
En la segunda de sus rotaciones, a finales de julio, Maciera se encontró con "un mundo distinto": "Cuando estuve la primera vez, Rafah había sufrido ataques, pero aún se apreciaba que era una ciudad, con edificios relativamente intactos donde se alojaban muchas familias".
Pero ahora, con la mayoría de la población apiñada entre Jan Yunis (sur) y Deir al Balah (centro), apenas quedan estructuras en pie, la basura se acumula en los campamentos y los niños rebuscan en vertederos para encontrar comida o trozos de papel y plástico que usar como combustible.
"Basura por toda Gaza"
La acumulación de basura es uno de los problemas que más preocupan a Macieira, que durante su tiempo en el enclave era responsable de los sistemas de saneamiento, higiene y acceso al agua potable.
"Ves basura por toda Gaza", cuenta con resignación. Antes de la guerra, solo había una compañía encargada de la gestión de residuos. Hoy sigue operando pero sin apenas camiones ni combustible.
Macieira teme un pico de transmisión de enfermedades cuando vuelvan las lluvias al enclave, ya que toda esa basura amontonada en los vertederos acabará por contaminar el suelo y los acuíferos.
Aquí radica uno de los problemas más grandes a los que se enfrenta el devastado territorio palestino. Todo el agua subterránea que se puede conseguir en Gaza es salada, por la proximidad del Mediterráneo. Para usarla, los gazatíes dependen de plantas desalinizadoras para las que siempre falta el combustible.
En Deir al Balah, al lado de uno de los enormes vertederos al aire libre que han proliferado en los últimos meses, se encuentra una de estas desalinizadoras, cuya supervivencia peligra por la acumulación de residuos, que podría contaminar el suministro en cuanto leguen las lluvias.
"La gente se pelea por el agua", explica Macieira, ya que conseguirla es cada vez más complicado y su falta, al contrario que la comida o los productos de higiene, tiene efectos casi inmediatos.
Más de tres meses sin ayuda
Desde el cierre del paso de Rafah, hace ya más de tres meses, la ayuda humanitaria ha entrado en el enclave con cuentagotas, y las ONG apenas tienen recursos o seguridad para recoger lo poco que sobrevive a las inspecciones israelíes.
Jabón, cubos, mangueras o bidones son algunos de los artículos que no pasan los controles, todos ellos esenciales para el funcionamiento de hospitales o la higiene personal.
La situación está obligando a la gente a lavarse usando solamente agua, aunque algunos recurren a detergente lavavajillas u otros remedios, dañinos para la piel.
Nebal Farsaj, portavoz de la Media Luna Roja Palestina, explicó a EFE que ha recibido al menos dos llamadas de una misma mujer, residente en Deir al Balah, pidiéndole champú y detergente para bañar a sus hijos, con erupciones en la piel por la falta de higiene.
Estos productos, que muy difícilmente se pueden encontrar en las pocas tiendas que permanecen abiertas en Gaza, han alcanzado precios exorbitantes de hasta 40 dólares, y ni siquiera los paramédicos de la Media Luna Roja tienen acceso a ellos.
"Por desgracia, no pudimos ayudar a esta mujer", concluye Farsaj.