Miles de albaneses presentaron sus últimos respetos a su escritor más universal, Ismail Kadare, en un funeral de Estado celebrado en Tirana el miércoles, con un minuto de silencio en todo el país en memoria del renombrado novelista y poeta albanés fallecido el lunes.
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El ataúd de Kadare, rodeado de agentes de la Guardia Nacional, estuvo expuesto en el vestíbulo de entrada del Teatro de Ópera y Ballet en la céntrica plaza Skanderbeg de Tirana, la ciudad capital de Albania, mientras se recitaban sus poemas.
El primer ministro, Edi Rama, señaló durante la ceremonia que Kadare había puesto la literatura albanesa “en el panteón de las letras del mundo”. Cuando el ataúd del novelista salió de la sala, la multitud en la Plaza Skanderbeg aplaudió y arrojó flores.
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Fueron declarados dos días de luto en Albania, donde las banderas ondearon a media asta en todo el país. El vecino Kosovo, con una población predominantemente de etnia albanesa, también declaró el miércoles un día de luto nacional. Funcionarios de Kosovo y de la vecina Macedonia del Norte, que tiene una importante minoría étnica albanesa, asistieron a la ceremonia fúnebre.
“Ismail Kadare siempre será recordado como un promotor del orgullo nacional”, dijo en su discurso el presidente de Kosovo, Bajram Begaj. Ismail Kadare fue enterrado en un funeral privado al que asistieron miembros de su familia después de la ceremonia fúnebre.
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Ismail Kadare formó parte, junto con otros escritores albaneses como Dritëro Agolli, Fatos Arapi o Drago Siliqi, de la “generación de los sesenta”, una camada de autores que desafiaron los estrechos criterios literarios soviéticos y que renovaron la narrativa albanesa del siglo XX recuperando la tradición de las epopeyas y de los cuentos populares y asimilando, al mismo tiempo, las diversas innovaciones de la literatura moderna del resto del mundo.
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Testimonio literario de la compleja historia de la segunda mitad del siglo XX, la obra de Kadare recorre un vasto arco temporal, desde la invasión fascista durante la Segunda Guerra Mundial hasta la cruzada racista encabezada por Slobodan Milosevic al final del milenio, pasando por la dictadura aislacionista y paranoica de Enver Hoxha.
Tanto Ismail Kadare como el dictador Enver Hoxha nacieron en la ciudad de Gjirokastra, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2005, que se yergue al sur de Albania como un misterioso museo de memorias de la Guerra Fría.