Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en el noreste español, y de la Oficina Estatal de Gestión del Patrimonio y Arqueología de Sajonia-Anhalt (Alemania) han analizado trazas de comida en forma de lípidos atrapados en 124 vasijas de cerámica de diferentes formas y tamaños procedentes de tumbas y asentamientos, conservadas en el Museo de Prehistoria de Halle.
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Según informó la universidad de Cataluña, el análisis de lípidos permite distinguir entre residuos de grasas derivadas de la leche, de animales rumiantes y no rumiantes, así como de origen marino o vegetal, y las muestras analizadas son una de las mayores series de datos de Alemania estudiada hasta la fecha.
Publicado en la revista científica Plos One, el trabajo, que es pionero, ha revelado que en el Neolítico Medio, hace 5.500 años y coincidiendo con la cultura neolítica tardía en Alemania Central y Bohemia, se generalizó por primera vez en la región la incorporación de los productos lácteos en la dieta, con lo que se produjeron juegos de pequeños vasos y jarras con asas.
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Según el estudio, se trataría de uno de los primeros casos de vasos con un uso especializado en la prehistoria.
“Es fácil imaginar que fue un período en el que la leche y sus derivados (nata, mantequilla, queso o yogur) fueron muy apreciados, y se desarrolló la tradición de beberlos o comerlos usando estos vasos tan característicos, que recuerdan a nuestras tazas para el desayuno”, indicó el investigador de la UAB y principal autor del estudio, Adrià Breu.
“Aunque la cabaña ganadera, dominada mayoritariamente por vacas y en menor medida por cabras, ovejas y cerdos, se mantuvo estable a lo largo del tiempo, el consumo de productos derivados de los animales cambió sustancialmente en el período estudiado”, añadió.
Consumo generalizado de lácteos en el Neolítico en tazas de cerámica
En este sentido, el trabajo también ha revelado que al final del Neolítico, hace 4.500 años, se produjeron cambios sustanciales en las formas y la decoración de las tazas, vasos y jarras que dan nombre a la cultura de la cerámica cordada, que llegó de las regiones esteparias orientales.
En estas cerámicas, los investigadores han detectado, sobre todo en singulares ánforas de doble asa, la aparición de nuevos gustos marcados por la preferencia por cocinar con cerdo y el paso de los lácteos a un segundo plano.
Este cambio “ha sorprendido a los investigadores”, dado que “no se acompaña de un aumento de la cantidad de cerdos en los rebaños”, con lo que se refuerza la idea “del valor social que pudo tener esta carne”, según la UAB.
El uso intensivo de productos lácteos continuó especialmente entre las poblaciones de la cultura campaniforme, en la que no se ha detectado el mismo gusto por el cerdo.
Consumo generalizado de lácteos en el Neolítico y las costumbres en enterramientos
El uso de los vasos para contener y servir lácteos se dio especialmente en los enterramientos cercanos al asentamiento circular de Pömmelte, situado a unos 85 kilómetros de Berlín, y que fue utilizado por diferentes culturas durante más de 300 años.
La mayoría de las tumbas en estos enterramientos presentaban como ajuar un único vaso para consumir lácteos, en lo que habría sido una práctica funeraria específica del yacimiento.
El también investigador de la UAB y coautor del estudio Roberto Risch señaló que otro de los resultados surgido del análisis de las cerámicas cordadas “desafía las consideraciones previas”, ya que los contenidos “muestran que los derivados lácteos no tuvieron la importancia que cabría esperar en las poblaciones que llegaron de Europa oriental y que han sido consideradas grupos nómadas de economía pastoril, y tampoco confirman el consumo de cerveza, como se ha asumido muchas veces”.