A pesar de las incógnitas que rodean la identidad y las motivaciones del agresor, no es la primera vez que la Mona Lisa enfrenta tales desafíos. El año anterior, en 2022, un visitante manchó el cristal de protección de la pieza renacentista con glaseado. Esta no sería la única prueba de resistencia del cuadro a lo largo de su existencia.
La Mona Lisa, obra cumbre de Leonardo da Vinci, es considerada por muchos como la pintura más reconocida del mundo. Año tras año, millones acuden al Louvre para contemplar este retrato enigmático de dimensiones modestas: levemente superior a los 0.7 metros de altura y menos de 0.6 pies de ancho.
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El cuadro se ha visto expuesto al vandalismo y al hurto en varias ocasiones a lo largo de la historia. En 1911, un empleado del museo perpetró el robo de la pintura, incrementando paradójicamente su fama a nivel mundial.
Además, un asalto con ácido deterioró la parte inferior del lienzo durante la década de 1950. Tales sucesos impulsaron al Louvre a fortalecer las salvaguardas de la obra, incluyendo el montaje de un vidrio a prueba de impactos de bala.
En otro evento, en 2009, una mujer descontenta lanzó una taza de cerámica al cuadro. Si bien la taza se rompió, la Mona Lisa permaneció intacta, testimonio de las efectivas medidas de protección que la rodean.
Este informe incorpora datos proporcionados previamente por Jacqui Palumbo.
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