La ruptura quedó confirmada con Ecuador y Paraguay, que se mantuvieron en la derecha tras sus respectivas elecciones, una inclinación de la que, durante el año que finaliza, solo se desmarcó Guatemala en un controvertido proceso electoral que la Fiscalía mantiene judicializado desde el pasado julio, con el fin de revertir los resultados de los comicios.
El sonado triunfo de Milei rompió con las esperanzas que su competidor progresista, Sergio Massa, había puesto en sentarse en el sillón presidencial de la Casa Rosada, tras ganar, de manera inesperada, la primera vuelta de las elecciones el 22 de octubre, un espejismo que duró menos de un mes.
Latinoamérica rompe la tendencia a la izquierda y Argentina realiza el cambio más drástico
Con la irrupción de Milei, este economista libertario pateó el tablero político argentino con un discurso incendiario “anticorrupción” y “anticasta”, formas disruptivas de aparecer públicamente y una actitud más cercana al de una ‘rockstar’ que al de un diputado al uso.
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En la práctica, su política supone pasar del proteccionismo del peronismo saliente a la liberalización más absoluta de cualquier transacción: del abultado tamaño del Estado a su drástica reducción -incluida la privatización de empresas públicas-, de los planes sociales para los más vulnerables a la capacitación para que se busquen la vida.
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Además, el nuevo mandatario se desvincula de la Agenda 2030 y es negacionista del cambio climático y de los 30.000 desaparecidos de la última dictadura argentina (1976-1983) que señalan los organismos de derechos humanos, y de los que solo reconoce 8.751.
Con un discurso ultraliberal, sus referentes cercanos son los expresidentes de Estados Unidos Donald Trump y de Brasil Jair Bolsonaro, o políticos como el líder del partido ultraderechista español Vox, Santiago Abascal, y el actor y activista mexicano Eduardo Verástegui.
Ante la severa crisis socioeconómica que atraviesa Argentina, con cifras cercanas al 150 % de inflación interanual, con casi la mitad de la población bajo el umbral de la pobreza, con escasez de reservas y una deuda cercana a los 46.000 millones de dólares con el FMI, los votantes optaron por un cambio radical, con la esperanza de que se traduzca en la mejora que Milei prometió.
Con el flamante presidente, Argentina fue el único país de la región que cambió radicalmente de signo político, pero las alarmas de la Casa Rosada sonaron tan fuerte que atravesaron el mundo entero, llevando su eco hasta Europa, donde el protagonista sigue dando mucho que hablar.
Latinoamérica rompe la tendencia a la izquierda con Ecuador y Paraguay que consolidan la derecha
El ciclón de la izquierda que arrasó en Latinoamérica en 2021 y 2022 fue frenado también por Ecuador y Paraguay, dos países que ya se ubicaban en el espectro de la derecha y que se mantuvieron en el mismo lado del mapa político aunque, en el caso del país andino, el nuevo mandatario, Daniel Noboa, se posiciona más al centro que su antecesor, el conservador Guillermo Lasso.
Aunque en campaña electoral se definió como de centroizquierda, los planteamientos de Noboa, que procede de una las familias más ricas del país, se enmarcan en la centroderecha, y se diferencia de sus antecesores en su tono conciliador para pactar con el correísmo y en el enfoque de género, con un gabinete ministerial casi paritario.
Si bien las presidenciales ecuatorianas no estaban en el calendario para 2023, el país tuvo elecciones después de la abrupta disolución de la Asamblea Nacional -de mayoría opositora- por parte de Lasso, como salida a una crisis política en la que el Legislativo buscaba su destitución.
Los comicios extraordinarios confirmaron el giro a la derecha que comenzó a dar el país en 2017 con Lenín Moreno, siguió con Lasso en 2021 y ahora continúa con el joven empresario Noboa, que ganó la contienda con 35 años para un corto mandato de año y medio, hasta las elecciones de 2025.
También Paraguay se mantiene en la derecha, sin grandes cambios, con la continuidad del tradicional Partido Colorado, de tendencia conservadora y liberal.
Con la llegada al poder de Santiago Peña en sustitución de Mario Abdo Benítez, la formación política, que gobierna casi ininterrumpidamente desde 1948 -con la excepción del período 2008-2013-, se consolida en el país austral.
En 2024 es probable que se rompan más tendencias
En 2024, se celebrarán elecciones presidenciales en Venezuela (segundo semestre, sin fecha definida), El Salvador (febrero), Panamá (mayo), República Dominicana (mayo), México (junio) y Uruguay (octubre).
Con ideologías diversas y candidatos dispares, se espera que la maratón electoral del próximo año en Latinoamérica aporte algunos giros, pero los más llamativos son los de género, especialmente en los casos de Venezuela y México.
En las primarias del pasado octubre en el país caribeño, los opositores se han decantado, de manera abrumadora, por la exdiputada liberal María Corina Machado como la candidata capaz de derrotar al chavismo en las urnas.
Pero sobre la antichavista pesa una inhabilitación administrativa, impuesta por la Contraloría, que le impide desempeñar cargos públicos de elección popular hasta 2030, por lo que, de no ser habilitada, se reducen considerablemente las opciones de cambio, tanto de signo político como de género.
En México, sin embargo, la victoria de una mujer está casi asegurada, con la candidatura de Claudia Sheinbaum por el oficialista Morena y sus aliados (Partido del Trabajo y el Partido Verde), y Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio (Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional y el Partido de la Revolución Democrática).
Según las encuestas, a medio año de los comicios, Sheinbaum lidera con ventaja la intención de voto, seguida de lejos por Gálvez, con lo que se mantendría en el poder el oficialismo y se daría así continuación a las políticas izquierdistas del actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador, pero lideradas por un rostro femenino.