“Nos sumimos en un estado muy duro que no conocíamos, en un estado político, social y cultural que nos cambió completamente”, afirma en una entrevista con EFE
La escritora asistió al encuentro poético ‘Dejadme la esperanza’, que se celebró esta semana en Casa de América de Madrid para conmemorar el 50 aniversario del golpe militar del general Augusto Pinochet.
Según la poeta, los “tiempos difíciles" con fallecimientos y torturas que se vivieron durante el golpe y la dictadura posterior de Pinochet, que permaneció en el poder hasta 1990, “permearon” en la ciudadanía chilena.
Así, bajo su punto de vista, no es posible hablar de criminalidad sin tener en cuenta “ese momento en el que la ciudadanía no tenía ningún derecho", por lo que, para Hernández —seudónimo de María Teresa Adriasola—, “es importante recordar”.
“El pasado es un lugar donde los hechos logran refugiarse cuando no fueron destruidos y están ahí para la reflexión que hacemos del presente, que estaría absolutamente perforado y hueco si no contáramos con eso", opina sobre la memoria.
La huella de la poesía
Tras el golpe militar, la sociedad chilena “inmediatamente siente que no puede hablar y queda parte importante de ella en la ilegalidad” y a partir de ese momento, la poesía en Chile se convierte en un pilar muy importante.
De acuerdo con la poeta, la dictadura fue un período en el que la poesía permaneció en la semiclandestinidad y, para escuchar lecturas de otros escritores, recorrían grandes distancias, evitando la censura.
Esa “tranquilidad” de saber que no había posibilidad de publicar los hacía sentirse con la libertad de decir lo que quisieran.
Sin embargo, la capacidad de publicación convierte a la poesía en “huella” y permite conversar con el lector, cumpliendo el que es el objetivo de la poesía para Hernández. “La poesía es diálogo, ya sea con uno mismo o con otros", explica, aunque antes siempre es “liberadora y sanadora”.
Las mujeres poetas durante la dictadura chilena
Hernández indica que en su generación las mujeres se unieron para poder alzar la voz, frente a otras generaciones anteriores, “muy masculinas” y en las que a las mujeres se les exigía más que a los hombres, quedando relegadas a un segundo plano.
Cita a Verónica Zondek, Soledad Fariña, Carmen Berenguer o Teresa Calderón, entre otras, claves a la hora de convertir a su época en una etapa de “gran protagonismo” femenino.
Todo ello pese a que considera que la dictadura “arrinconó" a los poetas.
Ella asegura que, por esa razón, no quiso hacer una “poesía del momento" y tomó la decisión de tomar su tiempo para poder encontrar las palabras necesarias para narrar la historia mediante la poesía.
Asimismo, indica que el tiempo también es relevante porque no es posible ser poeta de forma constante, sino que se limita a “momentos extraordinarios” en los que se rompe la rutina.
“Y nuestra vida no es permanentemente extraordinaria”, concluyó.