Uno de los mayores temores en el seno de Supremo y en el equipo de Lula que está gestionando la transición es que si las manifestaciones antidemocráticas persisten, incluso con mayor beligerancia tras la toma de posesión, el nuevo gobierno tenga que desmovilizar las protestas, con todo lo que eso conllevaría.
El principal portador de estas advertencias suele ser el juez Gilmar Mendes, decano del Supremo, quien se ha reunido con Bolsonaro la semana pasada, además que con algunos de sus socios políticos, según ha contado el diario ‘O Globo’.
Aquel encuentro tuvo lugar en vísperas de la publicación de la controvertida auditoría con la que el Partido Liberal (PL) intentó cuestionar la limpieza del triunfo de Lula. Mendes pidió a Bolsonaro que ejerciera su responsabilidad constitucional y pasara sus últimos días en el cargo trabajando para facilitar el nuevo traspaso de poder en vez de seguir con sus teorías de fraude electoral.
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Mendes relató al resto de jueces que Bolsonaro no tenía intención alguna ni de debatir acerca de la auditoria de su partido ni de animar a sus seguidores para que dejaran las calles. Dos condiciones que le han exigido para contar con la buena voluntad del Supremo ahora que deberá encarar varios procesos judiciales.
El miedo de Bolsonaro y de sus hijos de ser apresados una vez finalice su mandato por las causas que tiene abiertas en el Supremo en la macrooperación sobre noticias falsas y las conocidas como milicias digitales es de sobra conocido, es por eso que sus aliados han trasladado a la corte que se siente perseguido.
Por ahora, el sector del PL que ha animado a Bolsonaro a dedicar sus últimos días en el Palacio del Planalto a promover sus logros políticos y afianzar su imagen de líder de la oposición ha asegurado que intentará mediar para que deponga esa actitud pasivo agresiva que le ha hecho recluirse desde que fue derrotado.