El tabaco cubano se recupera a fuego lento tras el paso del huracán Ian

Juan Carlos Espinosa San Juan y Martínez (Cuba), 8 nov (EFE).- Alicia, de 62 años, junto con su marido, de 63, mira con amargura las pilas de madera de lo que fue la casa de tabaco que ambos construyeron con sus ahorros y que el viento del huracán Ian destruyó por completo cuando azotó a la occidental Pinar del Río (Cuba).

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Este almacén –donde se acumulan las hojas para su secado natural– en la ciudad de San Juan y Martínez es una de las más de 10.000 que el ciclón hizo pedazos el pasado 27 de septiembre cuanto tocó tierra con categoría tres en este territorio, cuna de una de las hojas más codiciadas para la confección de habanos. Cerca del 90 % de estas estructuras se vinieron abajo.

“No sabemos si valdrá la pena volver a construirlo, los dos estamos jubilados pero no se puede vivir solamente con la pensión”, le cuenta la mujer a EFE.

Los medios estatales informaron a finales de octubre que la siembra se inició en unas 6.300 hectáreas de terreno, cuyo producto estará principalmente destinado a la exportación. Inicialmente se preveía el uso de 11.200 hectáreas, pero el huracán hizo que los planes volaran por los aires.

Los graves daños del huracán calan profundo en un sector emblemático de la isla, que constituye además la cuarta mayor rúbrica exportadora del país en un momento de profunda crisis económica.

SIN CASAS DE TABACO

Un recorrido por los municipios de San Juan y Martínez, San Luis y Pinar del Río –considerados como el “macizo tabacalero” de esta provincia que produce la mitad de la hoja de mayor demanda de toda Cuba– evidencia el nivel de destrucción de las casas de secado.

En muchos casos solo se puede comprobar que había una edificación si uno se acerca y ve los pilares de madera desperdigados por el campo.

Según el periódico oficial Granma, se calcula que para respaldar la campaña de tabaco –que se extenderá hasta el 31 de enero– se necesitará levantar al menos 6.200 de las casas. Sin embargo, la Presidencia informó el 7 de noviembre, 40 días después de Ian, que solo se habían reconstruido unas 440.

Esta situación les genera “ansiedad” a las trabajadoras de una cooperativa agropecuaria en el municipio pinareño de San Luis, en la que laboran 78 personas, muchas de ellas mujeres.

“Todavía la empresa no nos ha dicho qué va a hacer con nosotros. El trabajo ha sido bastante duro. Esto es el sustento de las familias en este lugar”, cuenta a EFE Maritza Palacios, jefa de brigada, entre los escombros.

A un costado, un puñado de agricultoras comienza a quitar la mala hierba a los brotes que comienzan a asomarse.

OPTIMISMO CON MEDIDA

Todas coinciden en que la campaña “irá bien”, pero reconocen el vértigo de lo que vendrá después: “Sin las casas (de secado) no servirá de nada lograr una buena cosecha”, explican.

En general, el optimismo es contagioso, pero hay cautela. Para Héctor Luis Prieto, dueño de la finca con el mismo nombre en San Juan y Martínez, todo será un proceso paulatino.

“Tenemos la experiencia. En 2002 sucedió igual, se destruyeron casi todas las casas de tabaco con un ciclón. Era otro momento, el país tenía otra situación. Salimos (ahora) de una pandemia, toda la situación del bloqueo, son cosas que hacen daño. Pero yo creo que poco a poco nos vamos a ir recuperando”, señala a EFE.

La estructura para el secado dentro de su finca va a marchas forzadas, para quedar lista e incluso dentro se puede ver cómo un grupo de mujeres separa las hojas con total normalidad.

Cuando el huracán golpeó a Pinar del Río, había en existencia más de 33.000 toneladas acumuladas de las últimas dos cosechas. De ellas, 14.000 resultaron humedecidas porque las instalaciones en las que se encontraban no resistieron los vientos de hasta 200 kilómetros por hora, según informó la prensa estatal.

Prieto, quien tiene un pronóstico reservado sobre cuándo podrán volver a los niveles antes de Ian, es consciente de que el caso de su finca no es extrapolable al resto del resto de la provincia: "Nos hizo mucho daño".

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