La democracia, en punto muerto un año después del golpe de Estado en Sudán

Al Nur al ZakiJartum, 25 oct (EFE).- Un año después del golpe de Estado en Sudán, la transición hacia la democracia se encuentra en un punto muerto ante la resistencia de los militares a dejar el poder, y a pesar de los esfuerzos para alcanzar una solución a la crisis y las continuas manifestaciones populares que se han saldado con más de cien muertos.

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La llamada revolución sudanesa, que en 2019 hizo caer al dictador Omar al Bashir tras 30 años en el poder, dio un atisbo de esperanza a un país que solo ha conocido la democracia durante 13 años desde su independencia en 1956.

Un gobierno civil emergió de la revuelta, solo para ser derrocado en un golpe de Estado dos años más tarde, dejando en punto muerto la tan ansiada transición a la democracia y engrosando los graves problemas sociales y económicos que padecía el país.

Los militares han sido reacios a abandonar el poder desde la asonada, a pesar de las exigencias de la comunidad internacional o las suspensiones de ayudas multimillonarias de países occidentales para salvar a Sudán de la bancarrota, por lo que muchos se preguntan cuál era el motivo real del Ejército para perpetrar el golpe.

UN SALTO HACIA LA OSCURIDAD

Para el portavoz de la alianza de partidos opositores Fuerzas de la Libertad y el Cambio, Jaafar Hassan, el golpe liderado por el general Abdelfatah al Burhan supuso "un salto hacia la oscuridad" y, en su opinión, "un año después ha llegado a un callejón sin salida".

Hassan lamentó en una conversación con EFE que la asonada tiró por la borda "grandes logros" del anterior gobierno civil, como el regreso a la comunidad internacional después de décadas de sanciones, además de promesas para recibir unos 2.500 millones de dólares para financiar proyectos de desarrollo y pagar la grandiosa deuda externa del país.

Sin embargo, el político opina que la cúpula militar está "en su lecho de muerte", puesto que hay discrepancias dentro del Ejército, además de "manifestaciones continuas" que casi cada semana desde el golpe se han repetido para pedir el regreso de la efímera democracia a Sudán.

Hassan dijo que su alianza reanudará un diálogo con los militares, después de que los anteriores intentos mediados por la ONU fracasaran, principalmente debido que muchos grupos opositores rechazan llegar a un acuerdo con los militares, a los que piden que "vuelvan a los cuarteles" y no pisen las instituciones del Gobierno.

UN GOLPE A MEDIAS

El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de África en Jartum, Mohamed Jalifa Siddik, dijo a EFE que "la ambigüedad rodea las medidas que tomó Al Burhan" cuando dio el golpe, puesto que no contó con el apoyo de otros grupos políticos como se esperaba en un primer lugar.

"Las cosas no fueron como planeó y se quedó a medio camino, porque no dio un golpe de Estado completo", aseguró el experto, que recordó que Al Burhan se vio presionado a formar un Consejo Soberano (máximo órgano de Gobierno) integrado por civiles, para maquillar la situación.

Para Siddik, el país se encuentra "en punto muerto" un año tras el golpe, mientras que los intentos de diálogo para encontrar una solución podrían ser "la última bala en la mano de Al Burhan", quien reitera que cuando Sudán esté preparado convocará elecciones democráticas y dará un paso atrás.

SIN OTRA ALTERNATIVA

Huzhayfa Mohieldin, vicepresidente del Frente de Lucha de Sudán y uno de los líderes del Frente Revolucionario -una amalgama de los principales grupos armados del país-, justificó a EFE que la crisis ya alcanzó niveles dramáticos tras la caída de Al Bashir y por eso Al Burhan dio el golpe.

"Por eso se tomaron las medidas de 25 de octubre, para controlar la situación que estaba llegando a niveles muy peligrosos", aseguró el miliciano, que criticó que el Gobierno civil anterior se desvió de sus objetivos de encauzar la economía, elaborar una nueva Constitución y celebrar unas elecciones democráticas.

Sin embargo, dijo que "la debilidad de la institución militar también impidió la implementación de estas medidas", que ha derivado en "la ausencia completa de las instituciones del país y las crisis económicas y políticas continuas".

El Gobierno civil anterior consiguió, sin embargo, que la comunidad internacional condonara a Sudán su deuda externa cifrada en 56.000 millones de dólares, algo considerado por el enviado especial de la ONU en el país, Volker Perthes, uno de los grandes logros de la corta etapa democrática anterior a la asonada.

Sudán ha dado varios pasos atrás, sobre todo en su cruzada para hacerse un hueco dentro de la comunidad internacional y tener acceso a mecanismos multilaterales de crédito para paliar su dilapidada economía.

Mientras, los sudaneses han sido convocados una vez más para pedir "justicia y libertad" en las calles de Jartum, a pesar que la brutalidad militar ha causado ya la muerte de 118 manifestantes desde que los militares tomaron el poder hoy hace un año.

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