"Mis gemelas tenían solo seis meses cuando escapamos de Myanmar. No podíamos seguir allí cuando empezaron las matanzas. Ya dos años antes de que nos fuéramos, se llevaban a los jóvenes y los torturaban. Cruzamos selvas y caminos embarrados, íbamos empapados", relató Tayeba Begum, madre de seis hijos, en declaraciones recogidas por Médicos Sin Fronteras (MSF) desde uno de los campamentos de Bangladesh.
ATRAPADOS EN UN LIMBO
Esta perseguida minoría musulmana se encuentra en un limbo en los masificados campamentos de refugiados en Cox's Bazar, en el sureste de Bangladesh.
"Han sido cinco años de vivir en la angustia. Tenemos refugio, pero más allá de eso, no tenemos mucho para nuestros hijos", explicó Begum.
Obligados a residir en improvisadas chozas y sin poder salir de los campamentos, algunos en áreas en alto riesgo de sufrir inundaciones y deslizamientos de tierra, la vida es especialmente dura para los jóvenes que se ven en muchos casos privados de una educación.
Es el caso de Anwar, de 15 años, que consiguió huir después de que el Ejército atacase su localidad a pesar de que "muchos familiares y vecinos fueron asesinados".
El joven estudiaba en Birmania y explicó a MSF que le gustaba aprender, pero la limitada educación ha puesto freno a sus sueños.
"Mi sueño era ser médico para ser útil a la comunidad. Desde mi infancia, he visto a los médicos ayudar a la gente y dar lo mejor de sí mismos. Ahora comprendo que ese sueño quizá nunca se haga realidad", lamentó.
Cinco años tras el éxodo de los rohinyás, tras una operación militar en la mayoritariamente budista Birmania que la ONU calificó de limpieza étnica y posible genocidio, los refugiados se aferran a la idea de una posible repatriación pero sin grandes esperanzas.
Bangladesh ha llevado a cabo hasta dos intentos de repatriación de refugiados a Birmania que fracasaron ante la falta de garantías de ciudadanía o seguridad, unas condiciones que todavía no se dan en su país natal como reconoció la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, durante su visita a los campamentos de Cox's Bazar la semana pasada.
DÉCADAS DE ACOSO
Y es que, como explicó Razi (nombre cambiado), el acoso a la minoría rohinyá en Birmania viene de lejos.
"Todos los años, se daban nuevas órdenes. Los que no cumplían eran arrestados. A pesar de todo, podíamos votar. Elegíamos a los miembros que participaban en las sesiones parlamentarias. Luego, en 2015, nos quitaron incluso el derecho a votar", recordó este antiguo funcionario del Ministerio del Interior, que perdió la ciudadanía en 1982 por una ley.
Birmania sometió durante años a los rohinyás a un régimen de apartheid por considerarlos inmigrantes ilegales de Bangladesh, a pesar de que han vivido durante siglos en el estado de Arakan, en el oeste del país.