El doctor argentino Marcelo Fernández, es coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Líbano, donde narró la terrible situación que afecta a las víctimas de una explosión, que continúa sin esclarecerse, y que profundizó aún más la crisis económica y social de sus habitantes.
“Desde hace dos años este pequeño país de la costa oriental del Mediterráneo se ha visto duramente afectado por la crisis económica, el aumento de la inflación, la inestabilidad política y la pandemia de COVID-19, impactaron en casi todos los estratos sociales y económicos de la nación. Se sumó la explosión que sacudió a la capital del país, Beirut, el 4 de agosto de 2020. El enorme estallido en la zona del puerto tuvo efectos devastadores: cerca de 200 personas murieron, más de 6.000 resultaron heridas y decenas de miles perdieron sus hogares. Además, destruyó varias instalaciones públicas, incluyendo los hospitales, y dañó gravemente el almacén central de la autoridad sanitaria, lo que interrumpió el acceso a los medicamentos, especialmente para las personas mayores y pacientes con enfermedades crónicas”, esbozó el profesional médico.
Como consecuencia de la explosión, según el galeno, hubo una llegada masiva de heridos a los diferentes centros de salud, que desbordaron rápidamente el sistema hospitalario de la ciudad. “Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en tres localidades -Karantina, Mar Mikhaël y Khandak- atendieron a más de 1.800 pacientes que resultaron heridos y a 4.500 con enfermedades crónicas que necesitaban apoyo médico”, detalló.
Fernández remarcó que esta situación afectó la salud mental de las personas, incluido el staff de MSF, ya que rememoró recuerdos de épocas violentas pasadas.
El médico recordó que el equipo donó kits de primeros auxilios a la defensa civil libanesa, suministros médicos y mascarillas a la Cruz Roja libanesa. Además, instaló tanques de agua y distribuyó kits de purificación de agua y de higiene.
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A todo esto se sumó el Covid-19
En las semanas siguientes a la explosión, según el relato, varios hospitales públicos estuvieron casi al límite de su capacidad debido al elevado número de pacientes con COVID-19. Las personas heridas se apresuraron a llegar a los hospitales sin tomar medidas preventivas, dado que en ese momento el coronavirus era la menor de sus preocupaciones.
En consecuencia, el número de pacientes con COVID-19 se disparó, por lo que Líbano estuvo en cuarentena durante varias semanas.
A un año de la explosión
“Un año después de la explosión de Beirut, la necesidad de atención médica y psicológica de la población sigue siendo enorme y al mismo tiempo, las consultas médicas se han convertido en un lujo para muchas personas, debido a que el sistema de salud en Líbano está altamente privatizado”, reflexionó el doctor.
Tanto la población local como refugiada del Líbano, luchan contra el estrés y los traumas psicológicos relacionados con la guerra o el desplazamiento.
La escasez de medicamentos es un reto, incluso para organizaciones como MSF, confirmó. “A las empresas locales les resulta difícil importar medicamentos al país, por lo que ahora MSF importa los más esenciales. La creciente crisis de combustible aumentó los costos de transporte, lo que afecta tanto a las reservas de suministros médicos como a los pacientes que intentan llegar a la atención médica”, refirió.
MSF trabaja en diferentes puntos estratégicos y en la frontera con Siria. “Atiende a personas con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y enfermedades pulmonares, y brinda atención en salud sexual y reproductiva. También, presta servicios domiciliarios a adultos mayores y apoya con centros de vacunación COVID-19 al Ministerio de Salud”, declaró.
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Remarcó igualmente que la población necesita más ayuda humanitaria ya que la mitad de ella vive en la pobreza extrema, y muchas personas apenas pueden pagar alimentos o medicinas.
A un año de tan tremenda explosión continúa sin esclarecerse el trasfondo de la catástrofe.