Los tres años de ocupación del grupo Estado Islámico (EI) dejaron su impronta: una cruz rota en la aguja de una iglesia, un cáliz o un icono dañados expuestos en una vitrina...
Se trata de pruebas guardadas para “superar el pasado”, “perdonando pero sin olvidar”, asegura el arzobispo caldeo católico de Mosul y Aqra. Él mismo salvó manuscritos antiguos de las garras del EI en lo que fue su feudo en Irak, en el norte del país, llevándolos al Kurdistán de noche, por caminos impracticables.
Desde que le anunciaron la primera visita de un papa a Irak, la carga laboral de este prelado con sonrisa jovial ha aumentado, cuenta desde el arzobispado en Karamlech.
En todas las ciudades por las que pasará el jefe de los 1.300 millones de católicos en el mundo, coros y scouts ensayan desde hace semanas.
En todas las iglesias se imaginan el día en que podrán acercarse al sucesor de Pedro.
Los sacerdotes se preparan para traducir misas al italiano, latín, árabe y arameo ya que el papa pronunciará en Irak su primera misa de rito oriental -con rituales, cantos y una lengua litúrgica diferentes.
Se han creado comisiones de responsables estatales o provinciales para la logística y el protocolo.
Para el arzobispo Michaeel, la tarea es aún más sensible ya que desde hace más de cinco años ninguna personalidad gubernamental extranjera ha puesto el pie en Mosul.
“Tenemos una presión enorme: el santo padre no es una personalidad ordinaria, es el representante de un Estado y de los católicos del mundo”, dice el prelado de 65 años.
Una personalidad que se desplaza en un vehículo abierto en un país donde la inseguridad acecha y un hombre de 84 años que no podrá deambular por los escombros o las callejuelas empinadas del viejo Mosul.
Recomponer los lazos
En esta provincia que tiene “14 iglesias destruidas de las que siete se remontan a los siglos V, VI y VII” , no hay ni catedral y ni siquiera un estadio para albergar una misa papal, reconoce el arzobispo en el viejo Mosul donde nació, destruido por la guerra contra los yihadistas en 2017.
La catedral Miskinta, “mártir” de los primeros siglos, a la que iba en familia cuando era niño, está llena de escombros. La iglesia San Simeón, llena de sacos de arena y basura...
En un país donde los yihadistas permanecen ocultos, “todos los responsables de la seguridad van a estar muy preocupados”, reconoce el arzobispo, antiguo ingeniero especialista en perforación petrolera que abandonó una vida muy confortable para responder a su vocación.
La gira de tres días del Papa “es muy importante para todos los iraquíes”, dice. “Este país es un mosaico de mil colores, que solo aguanta si todos los elementos se reúnen, no se pueden separar como es el caso actualmente” .
El papa podría recomponer estos lazos, particularmente en el norte donde viven decenas de comunidades, con un “mensaje fuerte” que mostrará su “bendición” y su “apoyo moral” en un país donde los diferendos confesionales y étnicos siguen latentes -pese a que “las mentalidades cambian”-, asegura el arzobispo.
Este aspecto ecuménico está en el centro del viaje papal con una etapa en Ur, ciudad del sur de Irak donde nació el patriarca Abraham, ‘padre’ de todos los monoteísmos.
El papa Francisco ha prometido rezar con musulmanes y cristianos, así como con yazidíes y sabeos, dos religiones nacidas en Irak mucho antes de la cristiandad.
Para el arzobispo Michaeel, “lo más importante es que la alegría entre en el corazón de todos ya que no es una simple visita protocolaria, es un momento espiritual” .