Hay eventos en la historia del mundo que se quedan en los recuerdos de cada uno impregnados como un tatuaje dependiendo de cuánto ha vivido uno. El asesinato de John F. Kennedy, la llegada del hombre a la Luna o la caída del Muro de Berlín son solo algunos de los eventos recientes que marcaron la historia del mundo occidental.
Uno de ellos es el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. La era digital daba sus primeros pasos y la instantaneidad con la que se desarrollaron los eventos la mañana de un martes marcaron, sin duda, una época, la de un nuevo siglo que empezaba. Allí también comenzó a germinar una guerra que nunca termina.
Hoy, la Zona Cero del ataque, lejos de los escombros que se apoderaron de Manhattan esa mañana, es un memorial dedicado a todas las personas que perdieron la vida injustamente tras el ataque del grupo terrorista Al-Qaeda, pero también a todos los héroes que murieron durante los trabajos de rescate.
Pablo Fadul es uno de los paraguayos que estaban ese día, desde temprano, en uno de los edificios adyacentes a la Torre Norte, la primera atacada. El compatriota era un asesor financiero que estaba recibiendo una capacitación y hoy, tras 19 años, recordó cómo el mundo se vino —literalmente— abajo, en una tranquila y soleada mañana.
“Era como un zumbido, como un viento fuerte, una turbina de avión, seguido de un golpe muy fuerte. En el edificio sentimos la vibración de los vidrios como consecuencia del impacto. Estábamos en una oficina que daba hacia el norte de Nueva York, pegado a una esquina. Entonces, inmediatamente nos daba acceso a poder ver la torre gemela. Vimos un agujero enorme, con mucho fuego, nos imaginábamos que era un avión”, narró Fadul en conversación con ABC.
Como un borrador de esos que se usan en los colegios y oficinas, Pablo fue eliminando los detalles de esa mañana, de ese día. En algún momento se sentó y escribió todo lo que sintió, lo que vivió, pero los años no pasan en vano, dicen, y la memoria va eliminando, así como antibiótico a bacteria, una experiencia tan traumática como la que atravesó. Lo que plasmó en palabras fue transferido de computadora en computadora, pero solo quedaron algunos archivos que rescató hace poco.
Tras el ruido, correr
Cuando se produjo el primer impacto, Fadul y sus compañeros tomaron sus cosas y se dispusieron a bajar los 26 pisos del edificio. Pero los milagros parecen ser cosa de los tiempos perfectos y el ascensor del sitio se abrió frente a ellos, un ascensor non-stop, es decir, que no paraba en pisos y que tenía destino directo a planta baja.
“En dos a tres minutos del primer impacto estuvimos en la calle sin entender nada (…) Lo que más quería era alejarme de la zona, Obviamente era una zona en donde estábamos en peligro. (…) En lo único en lo que pensás es en tu seguridad e integridad física. Creo que lo que más deseaba era salir de allí (…) Yo no podía volver a mi apartamento. El objetivo era salir de allí”, contó.
Es la primera vez que Pablo habló del tema en 19 años y la imagen que no sale, que no se borra, es la de las personas arrojándose al vacío frente a la desesperación; imágenes que querría borrar pero que, traicionera, la memoria no deja.
En el ataque fallecieron dos paraguayos: Obdulio Ruiz Díaz y Carlos Alberto Samaniego, quienes estaban en los pisos 107 y 104, respectivamente, en una de las gigantes torres. Los compatriotas que lograron salvar sus vidas fueron Lourdes Beatriz Frutos Martínez y Héctor Daniel Jojot.
Quien también vivió el ataque a las torres gemelas muy de cerca fue la médica argentina Alejandra Ciappa, que en ese entonces estaba cursando un posdoctorado en Genética y se ofreció a ayudar como socorrista de la Cruz Roja en los días posteriores.
“Lo que nos mantenía era la vida de un sobreviviente, el valor máximo. Era como que nuestra vida trabajaba solo para salvar vidas. Perdimos importancia en lo que eran nuestras vidas, no lo medíamos siquiera”, recuerda en conversación con ABC.
Para Ciappa esos días fueron como una revelación de la insignificancia del ser humano. Muchas víctimas que aún estaban vivas bajo los escombros no pudieron ser rescatadas porque era físicamente imposible. “Es una desolación, una angustia humana, un vacío existencial”, concluyó Alejandra, a quien este evento, sin dudas, le cambió la vida.
Producción y redacción para ABC TV: Fiona Aquino | @FionaVAquino
Redacción digital: Juan Cálcena Ramírez | @juancalcena