Hong Kong, un quebradero de cabeza para los dirigentes chinos

PEKÍN. ¿Ceder ante los manifestantes o enviar los tanques? El gobierno de Pekín no tiene una solución ideal ante el desafío de los manifestantes de Hong Kong, el mayor desde la retrocesión del territorio a China en 1997. A causa de un proyecto de ley -retirado- que habría permitido extradiciones desde Hong Kong hacia el resto de China, la disputa se convirtió en un reto al poder de Pekín en la excolonia británica. He aquí algunas opciones para el régimen comunista:

Los manifestantes reaccionan cuando la Policía les arroja gases lacrimógenos, en el distrito de Tai Po, durante una huelga general.PHILIP FONG
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1. Aguantar el chaparrón

Pekín podría decidir seguir la misma estrategia que desde comienzos de los disturbios en junio: apoyar a la policía hongkonesa, así como a la jefa del ejecutivo local, la polémica Carrie Lam. Con una esperanza, y es que el movimiento prodemocrático se deshilache, como ocurrió durante la “Revolución de los Paraguas” de 2014, saldada con la detención de sus líderes y sin concesiones de las autoridades.

“Pekín ha adoptado una estrategia de intimidación y se mantiene a la espera, al menos hasta septiembre (comienzo del nuevo año administrativo)”, destacó el politólogo hongkonés Dixon Sing, señalando que muchos manifestantes son estudiantes universitarios o de secundaria. Además, el presidente Xi Jinping debería abstenerse de tomar cualquier postura antagónica antes del 1 de octubre, fecha del 70º aniversario de la fundación de la República popular. Una escalada de tensiones podría ensombrecer el gigantesco desfile militar previsto en Pekín para celebrar la unidad del país.

Los paraguas son un símbolo de los manifestantes.

2. Ceder

Otra posibilidad es satisfacer las exigencias de los manifestantes, que piden la partida de Lam, investigar los métodos de la policía y el entierro definitivo del proyecto de ley sobre extradiciones, por ahora sólo suspendido. “No es imposible que Pekín haga algunas concesiones menores en septiembre” , según Sing, por ejemplo, sacrificando a Lam, convertida en “un chasco político colosal, tanto a nivel local como internacional”.

Un manifestante le tira un ladrillo a la Policía, luego de que los agentes arrojaran gases lacrimógenos en Wong Tai Sin.

Una reforma del sistema electoral hacia una dirección más democrática parece algo más hipotético, en la medida que podría desembocar en que no haya más electos proPekín en el parlamento y ejecutivo locales.

3. Apretar las tuercas

La propaganda de Pekín se volvió más amenazante la semana pasada, con la difusión de un video del ejército chino haciendo demostraciones de operaciones antidisturbio en las calles de Hong Kong. Además, los principales medios de China continental se revelan cada vez más agresivos hacia los manifestantes, calificándolos como una minoría radical independentista.

El incidente del sábado en el cual fue arrojada una bandera china al agua en el puerto de Hong Kong ha sido ampliamente difundido en el continente. Objetivo: reforzar la perspectiva de una intervención armada para convencer a los manifestantes de que se queden en sus casas.

Xi Jinping “se vuelca hacia una posición más firme” , señala el politólogo Willy Lam, de la universidad China de Hong Kong. “Las chances de que Pekín adopte medidas no violentas y una actitud conciliadora son endebles” , advierte. Pero esta estrategia implica riesgos: la fuga de capitales y empresas extranjeras.

Manifestantes antiextradición se enfrentan a la policía antidisturbios en Wong Tai Shin, en Hong Kong.

4. Enviar al ejército

Pekín ha advertido que su guarnición local, con varios varios miles de hombres en el corazón de Hong Kong, podría verse obligada a “mantener el orden”, si el ejecutivo local lo solicita. La violencia en aumento en las recientes manifestaciones podría brindar un argumento para que el ejército intervenga reemplazando a la policía. Pero esta intervención, un último recurso, podría conducir a un desastre financiero en la metrópoli, así como a una condena internacional.

“Esto comprometería seriamente la legitimidad política de Xi Jinping y del Partido Comunista chino, a nivel interior como exterior, con una condena internacional similar a la que provocó la represión en la plaza Tiananmen, en Pekín en 1989”, advierte Michael Raksa de la escuela S. Rajaratnam de estudios internacionales de Singapur. Pero, para un régimen que no tolera ninguna protesta interior, la agitación hongkonesa “significa una grave pérdida de prestigio”, señala.

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