Sudáfrica, peligrosamente “enganchada” a la heroína

SUDAFRICA. Cada día, este joven sudafricano se gana unas monedas orientando a los pasajeros hacia los distintos minibuses en un cruce de Soweto. No le da para darse a la gran vida, pero sí para pagarse sus dosis cotidianas de droga. “Hace once años que no paro de fumar”, cuenta Tshepo (nombre ficticio), dejando que el cigarrillo que sostiene se vaya consumiendo.

Imagen de archivo, AFP. Una jeringa, una bolsa de narcóticos con heroína y un pequeño recipiente para diluir la droga son elementos que se utilizan para poder consumir esta sustancia.DOMINICK REUTERAFP
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Tiene 28 años, es alto y muy delgado, y está enganchado al “nyaope” , una mezcla casera a base de heroína y marihuana que produce profundas somnolencias. Tenía demasiado estrés en mi vida. Acabé dependiendo del ’nyaope’ para relajarme. Pero, al final, terminas por no ser capaz de salir adelante sin tomarlo. Quiero dejarlo, lo intento mucho pero no lo consigo”.

Este cóctel, altamente adictivo, ha causado estragos en las ciudades y en las áreas rurales de Sudáfrica. Un informe publicado en marzo por el proyecto europeo ENACT, que lucha contra el crimen organizado transnacional en África, dio la voz de alarma. El consumo y el tráfico de heroína se dispararon en el país desde principios de los 2000, debido a que, por el vecino Mozambique, transita buena parte de la droga procedente de Asia destinada a Europa.

Según esta investigación, Sudáfrica cuenta con más de 100.000 consumidores regulares de heroína, una droga cuyo tráfico representa unos 3.300 millones de rands anuales (228 millones de euros), alentada por el desempleo y la miseria que azotan los townships, áreas urbanas subdesarrolladas. “La heroína es en la actualidad una materia prima de base que nutre a toda la economía criminal de Sudáfrica”, resume la autora del estudio, Simone Haysom

“El diablo en persona”

En la larga lista de enganchadoscomo Tsehpo, figura Ashley Abrahams, de 38 años. La trayectoria de Abrahams es la de tantos muchachos de los barrios más desfavorecidos de Ciudad del Cabo (suroeste), que terminan por hundirse en la delincuencia, hasta acabar en la cárcel. Desde que salió, hace dos años, Ashley Abrahams tiene su domicilio delante del escaparate de un concesionario de autos de Johannesburgo.

A plena luz del día, se inyecta su dosis de heroína. Su gesto preciso y rápido indica que es algo que hace cada día, casi mecánicamente. “Empecé cuando llegué a Joburg”, hace diez años, cuenta el hombre, que es seropositivo. “No podía encontrar trabajo y conocí a amigos que consumían drogas”.

La heroína es el diablo en persona”, afirma. Cada día, consume 15 bolsitas de 15 rands, que en total equivaldría a unos 10 euros. Para pagarlos, mendiga. Está asistido por la oenegé Outreach Foundation. “Los evaluamos, los llevamos al hospital para un examen y luego se someten a un tratamiento de desintoxicación”, explica Siwzie Bottoman, una de las trabajadoras sociales de la organización.

Abrahams ya ha ido varias veces a desintoxicación, sin éxito. “Nuestro mayor desafío son los jóvenes menores de 18 años”, agrega Bottoman. “Cuando les preguntas dónde encuentran la droga, te responden "en casa del tipo que vende frutas, en la punta de la calle”.

“Fracaso del Estado”

En todo el país, numerosas calles se han convertido en supermercados de drogas, denuncian oenegés y expertos, que acusan a la policía y al gobierno de actuar de forma pasiva, cuando no de ser cómplices. “Las autoridades no prestan suficiente atención”, lamenta Eric Pelser, que dirige el programa ENACT en el Instituto de Estudios para la Seguridad (ISS) de Pretoria. El experto cuestiona “la débil respuesta policial, la falta de investigaciones y el fracaso del Estado en materia de apoyo social, educativo y sanitario”.

El gobierno sudafricano ha lanzado su enésimo “plan de emergencia” para atajarlo. “Esperamos que reduzca la demanda de droga, permita desmantelar las redes y liberar a nuestros jóvenes de ese mal”, declaró en junio el presidente, Cyril Ramaphosa, subrayando que la edad media de consumidores cada vez es más baja.

Pero, en un país con una economía tambaleante y en el que el paro afecta a más del 50% de los jóvenes, el camino se adivina arduo. “El grupo más afectado por el consumo de heroína es el de los jóvenes negros excluidos del mercado de trabajo”, destaca Shaun Shelly, investigador en la Universidad de Pretoria.

“Lo que necesitamos, son programas de ayuda”, insiste. “La mayoría de la gente que se droga no necesita un tratamiento... sino mejores condiciones de vida, una mejor educación, ofertas de empleo”.

Lo mismo piensa Ashley Abrahams. “Es fácil caer en la droga, pero es más difícil mantenerse limpio. Hay que estar ocupado, tener un trabajo, apoyo”, señala el joven, recordando que el problema de la droga hay que atajarlo “de raíz”.

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