Los distintos alimentos se echan a perder a ritmos y de formas diferentes. Si un alimento en particular está al borde de descomponerse, lo último que debes hacer es probarlo. Por ahora, lo único seguro es apegarse al dicho: “Cuando estés en duda, tíralo”.
Pescado. Una broma famosa de Benjamín Franklin decía: “El pescado y las visitas huelen a los tres días”. Cuando el pescado se echa a perder, generalmente desarrolla un olor muy fuerte. Pero hay algunos que ya tienen un olor penetrante, y en ese caso debes usar los ojos como un sistema de respaldo para saber si está fresco. Busca una decoloración o coloración opaca. Si el pescado se ve amarronado, amarillento o grisáceo, aunque sea sólo alrededor de los bordes, es momento de eliminarlo.
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Huevos. Si usamos un huevo podrido en una receta, puede haber una célula durmiente de salmonela. Todo lo que se necesita para probar la frescura de un huevo es una taza con agua y un poco de tiempo. Coloca los huevos sin romper en la taza y observa. Los más viejos permiten que el aire se filtre a través de su cáscara porosa y, por lo tanto, o bien flotarán o se pararán en el fondo. Los huevos frescos se van al fondo directamente.
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Carne de vaca. Las llamas de la parrilla no son milagrosas y la carne que no se ha guardado en forma adecuada está poblada de microorganismos peligrosos, tales como el E. coli y la salmonela. La frescura de la carne está determinada por el color. El gris definitivamente no luce saludable en la carne. Además, debes olerla, ya que enseguida toma un olor fuerte y feo. La carne que se echó a perder tiene una textura viscosa que puede ayudarte a tomar la decisión de tirarla.
Cerdo. Se dice que los productos de cerdo son más magros que nunca y el cerdo ostenta el título de ser la carne más vendida en el mundo. Dicho esto, es necesario agregar que el cerdito se puede poner mal y, cuando lo hace, lo hace con una venganza. Realiza la misma prueba de olor, vista y tacto que has hecho con la carne para comprobar la frescura del cerdo. Debe oler levemente a sangre, no a moho, y debería ser rosado, no rojo oscuro ni decolorado, tampoco debería tener una capa viscosa.
Carnes frías. Aunque sean preenvasadas al vacío, todas las carnes son susceptibles al deterioro. Si está envasada (y sin abrir) debería mantenerse fresca durante dos semanas. Si fue cortada, tiene una vida útil mucho más corta, debido a su exposición al aire exterior. Usa tus sentidos (incluyendo el sentido común): la carne que se ha arruinado tendrá una coloración sospechosa, se sentirá viscosa y tendrá un olor raro que a tu estómago no le agradará.
Pollo. El pollo rancio es una bomba de tiempo en tu cocina. No debes conservar el pollo crudo en la heladera por más de 48 horas ni comer pollo congelado después de los seis meses de conservación. El pollo podrido tiene un olor agrio o huele en forma similar al amoniaco. Si presenta decoloración o una textura viscosa, también son indicadores de una carne que se echó a perder.
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Papas. Duran más tiempo si se guardan en un lugar fresco y oscuro, pero se debe comprobar su estado en forma intermitente. Cuando una papa se echa a perder, provocará que el resto de sus compañeras sigan el mismo camino. Aprieta una papa y si está firme, se puede comer, pero si cede, y está suave y blanda, tírala. Mira los brotes y huele; si está podrida, tendrá un olor inconfundible a humedad.
Lechuga. Tiene cerca de una semana de vida útil en la heladera. Busca signos de marchitamiento y oscurecimiento. La lechuga fresca debe ser de color verde o púrpura rojizo, dependiendo del tipo. También debes constatar que no haya una hinchazón o humedad en la bolsa que contiene la lechuga. Si ya está mohosa, definitivamente hay que tirar todo el paquete.
Yogur. El yogur es un producto lácteo producido por la fermentación bacteriana de la leche, por lo que esencialmente es un alimento que se echará a perder. Los signos reveladores de su deterioro son un olor extraño, esporas de moho o una textura grumosa que no tiene nada que ver con la fruta que pueda tener mezclada.
Queso crema o fresco. A diferencia de los quesos curados, que cuanto más viejos se ponen más sabrosos, el queso fresco hay que comerlo rápido. Desecha las partes verdes o con moho y verifica la fecha de vencimiento; una vez abierto, el queso crema se debe usar antes de los diez días.
Fuente: http://www.ehowenespanol.com/