Mi última vez con el sake no había sido buena. Fue una noche calurosa de diciembre en la que unas versiones de sake saborizado, muy frío, muy rico y servido con amabilidad en la Embajada del Japón, casi me ponen, accidentalmente, en el estanque del fino jardín de la sede diplomática. Pero esa es otra historia, más propia de una comedia al estilo “The Party”, así que volvamos a lo que nos convoca en esta crónica.
El sake es un vino de arroz. No es un destilado y pese a su apariencia de aguardiente poderoso es una bebida suave y agradable.
Sukiyaki es pionero a la hora de hablar de comida japonesa en Asunción. Están en el mismo lugar desde 1970. Ahí yo tuve mi primer encuentro con la comida japonesa, de esto ya hace muchísimo tiempo, volver a este restaurante es siempre un placer.
Susana Chieko Nagasawa, propietaria de Sukiyaki, organizó junto a la somelier Sakura Kojima, algo que llamaron Sake experience, una noche de sake y comida japonesa.
Lo que se aprende con Sakura:
Que el sake se bebe entre amigos y que como toda gran bebida del mundo, tiene sus rituales. A la hora de servir, por ejemplo, el de menor edad le sirve al mayor. La botella se agarra con las dos manos y hay que estar atento a la copa o vaso de quien bebe con uno. La idea es que no falte.
Que el sake se puede beber desde muy frío hasta caliente, como a 40 grados, y que de todas formas es delicioso.
Que el sake acompaña muy bien no solo a la comida japonesa. Es ideal para acompañar picadas, carnes o pastas. También, sobre todo en las versiones más dulces, queda genial con el postre.
Que el sake en realidad no se llama sake, ya que esta palabra se usa para designar a todas las bebidas alcohólicas. El nombre que se usa en Japón es el nihonshu, aunque nosotros le seguiremos llamando sake, salvo que alguna vez podamos pedirlo en Kioto.
Hablemos de la cena
Susana pensó el menú con Sakura, todo acorde al tipo de sake con el que acompañaríamos los platos. Maridaje, que le dicen.
Comenzamos con sushi, algunas piezas clásicas y otras que ocasionalmente figuran en el menú, como el “gunkan sushi” coronado con huevas de salmón, una locura de rico. También merece especial destaque el carpaccio al estilo Nikkei, que para mí fue lo mejor de la noche. Vayan a Sukiyaki y pidan ese carpaccio, no sé si es correcto compararlo con un “tiradito”, pero es lo que se me ocurre para describir.
El sushi lo acompañamos con una copa fría de sake de la bodega Ozeki. Sakura destacó algunas notas picantes y frutales que yo, con mi neófito paladar, no percibí. Pero comer sushi con la copa helada de sake me pareció sensacional.
Como segundo paso, un plato de cerdo con salsa de jengibre que llegó acompañado de una botellita de sake que estaba como a 40º. Si bien, no estamos en general acostumbrados a comer con bebidas calientes, hay que decir que el sabor del sake se potencia muchísimo con el calor.
Finalmente, para cerrar la experiencia y como postre, el tercer paso: una mousse ganache de matcha, tres texturas de matcha o té verde, también regado con sake, esta vez sin filtrar, frío y dulzón.
Cierre genial para una gran degustación armada para invitar a conocer más de la cultura de un pueblo que nunca deja de sorprender por sencillez y calidad.
Si la poesía haiku es el arte de lo breve, el sake es algo así como el arte japonés del arroz. Y vale la pena probar, lo sostengo.
Algunos precios:
Una botella de 750 ml, puede costar en un restaurante G. 150.000. Hay otras opciones como pedir el “sake one glass” (26.000 G).
En las bodegas o supermercados especializados, los precios difieren: una botella de sake Ozeki está aproximadamente a G. 60.000.