La belleza se define como aquello que nos complace, nos produce admiración y bienestar interior. Y aunque cada cultura tiene sus parámetros, también es una cuestión subjetiva. En nuestro entorno, ¿cómo definimos a la belleza? ¿cuánto nos afecta su ausencia? ¿cuánto la necesitamos?
Entre sus definiciones encontramos varios sinónimos: hermosura, encanto, preciosura, etc. A nivel académico, se define como “una cualidad presente en una cosa, objeto o persona que produce un placer intenso a la mente. El esplendor de la forma a través de la materia”, pero hay muchas otras definiciones desde distintas disciplinas como la historia, la sociología, la psicología social.
Lo más cómodo sería quedarnos con la conclusión de que la belleza es el deleite de los sentidos y la mente. “Creo que como sociedad, nosotros no tenemos este concepto de belleza, está muy fuera de nuestra esfera, es inalcanzable; en cambio, la idea que manejamos no nos permite elevarnos, no nos invita a reflexionar o aproximarnos a la sensación de solemnidad”, señala Sofìa Torales, socióloga.
-Si no tenemos un concepto definido, al menos coincidiremos con otros en que la belleza nos hace sentir bien, ¿o no?
En el peor de los casos, lo bello es sometible a nuestros deseos más bajos, nos produce envidia o resentimiento.
Yo creo que para abordar la belleza debemos hacer un trabajo introspectivo, es decir, pensar qué exactamente nos hace sentir por dentro algo o alguien “bello/a”, me refiero a lo individual, lo íntimo, y evaluar si lo que consideramos bello no son ideas condicionadas por factores externos. Por ejemplo, las redes sociales, el Miss Universo, Miss Tanga, las novelas turcas o mexicanas, personas famosas del cine y la música nos dicen qué o quién entra dentro de la categoría de belleza.
-Esa introspección es un trabajo que no todos saben hacer.
Más bien nos negamos a hacernos estas preguntas, por lo tanto, cómodamente permitimos que desde afuera nos impongan las ideas de belleza, “esto es, esto no es”. Forma parte de la comoditización de la cultura, es decir, ideas reducidas a paquetes, a productos de consumo temporal, desechable; a todo le damos solo un sentido de mercadería. Terminamos siendo consumidores de productos “acabados” de belleza.
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-Dentro de las limitaciones y condicionamientos, tratamos de entender un concepto que engloba diferentes expresiones de belleza: hacia lo natural, hacia lo físico, lo espiritual, lo artístico, lo moral…
Es importante partir de indicadores de ejemplos y parámetros. Si decimos que la naturaleza es bella, ¿acaso no tendríamos que mirar a nuestro alrededor y ver plazas limpias o campos que no se queman, bosques que no se consideran “terreno sucio que hay que limpiar”? , ¿qué hay de los cauces hídricos, llenos de basura, bajo los puentes que vemos en nuestras ciudades? Según todo esto y más, podemos convenir que nosotros no apreciamos la belleza natural, o solo lo hacemos de la boca para afuera.
-La belleza física es la más consumida por las mujeres desde siempre, y ahora también por varones jóvenes.
Notorio que es lo que más ponderamos. Muy influenciados por la propaganda que aplican los medios de comunicación físicos y virtuales. Fijate nomás cómo la publicidad ha impuesto el cabello ideal de las paraguayas: liso y rubio. ¿Quién nos lo dijo? La moda extranjera, las marcas de champú, las compañías comerciales. Por su parte, el cabello oscuro y crespo es “descuidado” “feo”. Afortunadamente hoy muchos estilistas, varones y mujeres, están cambiando este paradigma y promueven otros tipos de cabello como estéticos y atractivos.
Con el arte pasa algo similar, basta ver los pocos museos que tenemos para entender que vivimos alejados del concepto de belleza artística.
-La belleza moral no tiene publicidad y hoy sobrevive escondida, quizás hasta avergonzada frente a nuevas ideas predominantes.
La falta de indicadores o de parámetros, de ejemplos nos lleva a algo terrible: guardamos tanto la buena moral, tan fuera de lo público que solo hablamos y exteriorizamos nuestros pensamientos sobre la mala moral. En la búsqueda de buenos referentes (que deberían salir de nuestra propia conducta, análisis, decisión, educación) volvemos a acudir a los medios masivos para que nos muestren “ejemplos de moral”: y así se promueve a famosos con más vicios que virtudes, modelos de belleza más artificial que natural.
-¿En qué nos ayuda tener claro el concepto de belleza en una sociedad?
Para el individuo es muy importante la belleza, porque le acerca a lo sublime, a la perfección. Para el ser humano es una necesidad, una motivación para vivir, un objetivo al que hay que llegar. Para una sociedad también, porque nos permite establecer qué tipo de sociedad queremos ser, adónde apuntar.
La idea de belleza puede ser una forma de cohesión social, esto es: cosas en las que como miembros de la sociedad estamos de acuerdo, ejemplo: espacios públicos incluyentes y limpios, hombres y mujeres intachables que detenten el poder o gocen de fama.
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-¿Estamos encaminados si no hacia el objetivo, hacia ese deseo?
Actualmente estamos lejos, distantes de la belleza, no tenemos los conceptos claros. Por ejemplo, la persona bella es “la que no trabaja, pasa el día en el gimnasio o en el salón de belleza”, “la extranjera”, “la de familia pudiente”, “la que pudo operarse”. Un lugar hermoso es siempre en el extranjero o en un barrio de alto nivel económico, un lugar donde cenar es el de ricos. El pobre se contenta con lo que “le toca”. En cambio, el concepto motivador de la belleza no nos condiciona, sino que nos muestra por dónde ir.
La belleza y Nadia Ferreira
A sus jóvenes 20 años, Nadia Ferreira, hizo historia por haber llegado lejos con su belleza física en el concurso del Miss Universo 2021. Para muchos, “ya no tendremos otra Miss así”, “tiene una belleza única”. Nadia ha heredado físicamente rasgos europeos, aunque cualquier europeo probablemente defina a una joven paraguaya como morena, sencilla, atractiva (esta idea de la apariencia de la paraguaya, lejos de agradar más bien genera polémica). Han dicho en las redes: “Nadia es bella porque es paraguaya”, “¿Acaso la paraguaya no puede ser blanca de ojos azules?”, “No todas las paraguayas tienen rasgos indígenas”.
¿Qué hay detrás de este fanatismo y apropiación popular de Nadia como personificación de la belleza misma o de un concepto de belleza? Nadia logró el virreinato en Miss Universo, y no cabe duda de que en muchos círculos puso al país en el mapa. El símbolo en el que se ha convertido es indiscutible para muchos compatriotas. Sin embargo, cuando hablamos de arquetipos de belleza, hablamos de moldes, formas, conceptos que se encuentran en un mundo intangible (es nuestra interpretación conceptual).
Considero que el acceso a estos arquetipos lo podemos hacer todos los individuos, es nuestro derecho y deber conocernos a nosotros mismos y definir qué es bello o no para cada uno de nosotros. Evidentemente, esto no lo hacemos, y por eso alguien más impone los conceptos, nos guste o no, nos demos cuenta o no. Siguiendo esto, decimos que la belleza de Nadia es absoluta y total, sin darnos cuenta de que con ello negamos o no vemos otra belleza como la rural, cotidiana, simple que es tan bella como la internacional que hoy se publicita.
-Un tema sobre el que se pelea mucho es el complejo de la herencia indígena. Sin dudas, los pueblos autóctonos también verán a los mestizos de determinada manera y tendrán sus pensamientos sobre la belleza.
Somos un pueblo extraordinariamente acomplejado y trasladamos ese complejo a los indígenas, a los extranjeros, a cualquiera. Si vamos a hablar de historia, recordemos que los paraguayos somos el resultado de la mezcla de hispanos e indígenas, y, como mestizos, llevamos 500 años desarrollando una cultura propia.
El gran hito es siempre la Guerra de la Triple Alianza, a partir de la cual los paraguayos empezamos a sentir cosas feas hacia nosotros mismos: odio, venganza, resentimiento, indiferencia. El ideal de belleza de mujer-madre-resistente es más bien de la cultura mestiza.
Creo que deberíamos sentirnos orgullosos, pero no de la boca para afuera, sino sentirlo de verdad, cada uno con su herencia cultural: su color de piel, cabellos, ojos, estatura, complexión física –y aquí yo consideraría la salud física como parámetro relevante-
Experimentar la belleza es un proceso individual, íntimo de cada uno (hombres y mujeres por igual), y eso no anula el que podamos buscar como personas y sociedad conceptos colectivos, apoyándonos sobre arquetipos de belleza de nuestra historia donde podamos incluir la belleza en sus distintas campos: físico, moral, espiritual atribuibles a un individuo o individuos.
No vivamos alejados de la belleza
-En Paraguay hay una relación complicada con lo bello. ¿Por qué hay gente que destruye al pasar un arreglo de jardín, una vereda recién colocada, no arregla básicamente su casa, etc.? Estas conductas no condicen con tantos “yo amo a mi Paraguay” o “Paraguay no tiene nada que envidiar a otros países”.
Ciertamente, el respeto forma parte de la armonía, del gusto por lo bello. A esto me refiero cuando invito a hacer un trabajo interior, porque los efectos de un interior desordenado se sienten en la realidad palpable.
Cuando algunas personas destruyen algo bello que hizo alguien en su casa, en su vereda, en la plaza del barrio, lo atribuiría a su baja autoestima, provocada justamente por vivir alejadas de la belleza. Son personas que detestan y destruyen por su falta de diálogo interior. Y lo peor es que acaba prevaleciendo un ambiente pobre de belleza, carente de virtud.
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-Pasa lo mismo con la naturaleza salvaje, “es hermoso Paraguay” dicen, pero no se interesan en la deforestación, la contaminación de los ríos, la explotación irracional de los recursos naturales, la mortandad de flora y fauna…
Uno de los temas más complicados de nuestra gente es la responsabilidad. La naturaleza es algo que no hicimos, ya estaba. No la cuidamos, pero la cantamos en canciones, la recitamos en poesías o frases. Hay una gran pereza para comprometernos y colaborar hasta en actos cotidianos como usar menos plástico, dejar de tirar la basura en arroyos o quemarla. ¿Qué nos pasa?, ¿nos “picha” la belleza, lo bueno, lo saludable y por eso perjudicamos?
Para redondear, concluyo que estas dicotomías sí pueden conciliarse, siempre que nos preguntemos a nosotros mismos, en vez de esperar que la tevé nos mande las indicaciones de qué es bello. Hagámonos dos preguntas: ¿qué es bello?, ¿qué me hace sentir lo que considero bello? Tanto si la respuesta es aversión y odio, ganas de no respetar y destruir, como si es nobleza, ganas de cuidar y de integrarme con lo que me es bello, el individuo tendrá un mapa de su interior y podrá seguir hacia donde considere mejor.
Educar para lo bello
-Pensando que la educación comienza en casa, ¿cómo educar a los hijos en la belleza?
Yo le inculcaré a mi hijo el día a día la belleza del orden, de los momentos en familia, charlando, cocinando, compartiendo los problemas y superando los desafíos. Le enseñaré el buen trato a sus semejantes, el respeto, la empatía, el cuidado a los animales, las plantas, el agua.
Me queda claro que es deber de la familia establecer los ideales de belleza y virtud. No creo que sea papel de la escuela ni de los artistas, menos de los medios de comunicación. En el mismo sentido, la belleza no se reduce a los museos, al ballet, ni a la pintura, todo eso es genial, pero son interpretaciones. La belleza nace del interior, del autoconocimiento.
Permitime un par de ejemplos: el tiempo actual está plagado de expresiones que no son bellas, como “el perreo”, pero si no queda claro en los padres que estas expresiones son todo lo contrario y las festejan, no esperen que sus hijas –cuando todavía prevalece el machismo en nuestra sociedad- sean castas. O, si queremos transmitir orden y limpieza, no arrojemos basura en el raudal, en la calle, en el terreno baldío.
Por el contrario, si los adultos buscamos la belleza en el respeto a la naturaleza y a los demás, si somos honestos con nosotros mismos, es lo que transmitiremos a nuestros descendientes.